Dividir en Cuartos
El otro día leí un artículo de unos de los gurúes del triatlón hablando de la “teoría de los cuartos”. Si bien explícitamente no se atribuía su creación o invento, el tenor dejaba entrever como que era una nueva idea en el mundo del deporte y que él era su impulsor. No voy a dar su nombre para no darle crédito. Me dio un poco de lata, ya que la “teoría de los cuartos” es más vieja que el hilo negro. Al menos yo la conocí y apliqué en mis inicios en el atletismo de fondo a mediados de los setenta. Y de seguro a esa altura ya era conocida y utilizada. En conclusión, de nuevo no tiene nada. ¿En qué consiste?
Todo parte en entender que el ritmo es la clave en el rendimiento en los deportes de fondo. Debemos ser capaces de recorrer la distancia de la carrera sin caer en baches, sin venirnos al suelo, sin empezar a perder segundos, confianza y concentración en cada kilómetro.
Se trata de dividir la distancia en cuatro partes iguales. En el primer cuarto, parte tranquilo, más suave que lo que te sugiere tu cabeza y tu cuerpo. Si no te sientes bien y empiezas a cansarte en este primer cuarto, algo no estás haciendo bien, debes relajarte.
En el segundo cuarto mantente en la media de pulso o watios, lo más constante posible. No debes sentir cansancio. Encuentra tu ritmo de respiración. No te preocupes de los rivales ni del tiempo. Haz tu carrera.
Todo lo anterior ha sido una preparación para este tercer cuarto, el más duro. Si lograste mantener tu ritmo en la primera mitad de la carrera, se te hará difícil mantenerlo ahora. La clave aquí es mantener la velocidad, cadencia y potencia, a pesar que tu pulso subirá. Es aquí donde debes concentrarte en todos los aspectos: respiración, ritmo de pedaleo o paso, entorno, suelo, etc...
En el último cuarto el sufrimiento es máximo pero queda poco. Acelera y empieza a mirar a tus rivales y comienza a pensar en cómo ganarás la carrera. No mires el pulso ni tu ritmo. Es momento de dejarlo todo. Debes terminar con la sensación que no quedaba nada más en el estanque. Cierra los ojos y remata.
Por Ricardo Cumplido (Junio 2012)
