El apoyo familiar
Cuando vi esta foto de Sebastián Gallardo, ganador de los Kids en el reciente triatlón de Arica no tuve duda de cuál sería el tema de mi siguiente artículo: El apoyo familiar. La foto es un acierto fotográfico con un fuerte simbolismo y una carga de sensaciones enorme. La mezcla de emociones es notable y pareciera que se salen de la foto. Hay desde orgullo, admiración y gozo hasta un poco de incredulidad y sorpresa. Una familia completa parece estar “protegiendo” al crédito familiar, hinchados de alegría disfrutando el momento. Es como si todos hubieran competido y ganado. Parecen algo conmovidos y con el pulso aún alto. El esfuerzo fue grupal y el reconocimiento también.
En adelante usaré los términos padres y familia para referirme a todo el entorno de familiares, managers, amigos y parientes del deportista. Aquellos que tienen la oportunidad de conocerlo de cerca en un ámbito distinto del deportivo y tienen la suerte y tiempo para conversar y compartir sus más profundos pensamientos, deseos y objetivos y en consecuencia tienen la opción de influir en las decisiones que toma.
Pocas dudas caben que el rol de la familia en el desarrollo de un deportista puede resultar decisivo. Partamos, por ejemplo, con reconocer que una familia bien estructurada, que le brinde al deportista un soporte logístico y económico es clave sobre todo en una edad temprana y en una posterior también cuando los auspicios y/o las ayudas oficiales no llegan.
También es importante que la familia sea un vehículo para transmitir valores y conductas positivas. En este sentido, se aconseja por ejemplo, que se valore más la constancia y el esfuerzo que los triunfos alcanzados. La familia no sólo debiera estar ahí para las jornadas de éxito, sino también en los fracasos y frustraciones. Es probablemente en esos momentos donde más se necesita un buen entorno familiar.
El rol de la familia es mantener a los hijos con los pies en la tierra, cerca del mundo real, reconociendo que en la vida hay muchas más cosas que el deporte. Parte de su tarea es evitar o equilibrar la tendencia de los deportistas a obsesionarse con lo que hacen. Frente a las dificultades deben contribuir en la elaboración de un buen diagnóstico de lo ocurrido, objetivo y libre de fanatismos. El entorno familiar debe ser capaz de ponderar, aterrizar, moderar y contener los problemas, frustraciones, fracasos, bajones y un sin número de situaciones adversas a las que están expuestos los deportistas.
El secreto de una relación de largo plazo con el deporte es que los deportistas disfruten lo que hacen. La familia debe asegurarse que eso sea así y que el deporte sea visto como un medio para socializar, hacerse de buenos amigos y aprender valores. Además, el deportista debe aprender a disfrutar con el deporte independiente de los resultados.
Pero cuidado. Los mismos factores mencionados más arriba, que debieran ayudar al desarrollo del deportista pueden transformarse en un problema y jugar en contra. La línea es delgada. No es el objetivo de este artículo y tampoco soy experto en estos temas como para dar recomendaciones de cómo deben manejarse las relaciones familiares con el deporte y con los deportistas. Sólo diré que el tema es complejo, y por lo que he observado en los últimos 45 años de actividad deportiva, la familia puede jugar a favor o en contra.
El apoyo económico puede transformarse en chantaje. El feedback puede no ser objetivo. Los consejos pueden no ser adecuados. Los familiares pueden ser más obsesivos que el propio deportista. Los familiares pueden ser malos perdedores y buscar siempre en otros la culpa de las derrotas. En vez de apoyar, presionan. En fin, todo puede andar mal.
Mirado desde afuera es mucho más claro. Podría mencionar decenas de casos en que la inadecuada relación de padres e hijos en el deporte termina mal, lo que en la práctica se traduce en que el joven deportista llega un momento que no está dispuesto a soportar esta relación enfermiza de los padres y resuelve mejor retirarse. Se libera de un compromiso y una presión excesiva.
Hay padres que hablan y actúan como si supieran más que los entrenadores. Podría contarles de decenas de comportamientos poco éticos, agresivos, mala conducta y actuaciones reñidas con las buenas costumbres. He sido testigo de familiares que insultan a jueces, entrenadores, compañeros de equipo, organizadores y a cualquier persona que se les pone por delante. En vez de actuar como mecanismo de contención frente a los permanentes problemas y dificultades que enfrenta el deportista, hay familiares que generan una onda expansiva y hacen que problemas chicos parezcan grandes.
La culpa no es sólo de los padres. El propio deportista debe aprender desde muy temprano a fijar claramente los límites con su entorno. Se requiere personalidad, convicción, y claridad respecto de los roles de cada uno en dicho entorno. Deportistas y padres deben entender que hay muchas decisiones que no dependen de los padres, o al menos no deberían y que tienen que ver con decisiones personales del deportista o de su entrenador.
Aprovecho la oportunidad de deslizar una crítica en general a la relación que muchos padres establecen con sus hijos deportistas. Nadie le enseña a uno a ser Padre y menos a ser Padre de un hijo deportista. No es fácil. El que tenga dudas o sospecha que no lo hace bien le sugiero que busque ayuda profesional. Un Sicólogo especializado en deporte podrá resolver dudas generales y específicas.
por Ricardo Cumplido (Miércoles 5 de agosto de 2015)