Permitido fallar
Últimamente me ha tocado dar apoyo y consejo a algunos triatletas bajoneados por malos resultados, estancamiento, lesiones, problemas personales y la sensación de fracaso que ello trae asociado. ¿Qué sería de nosotros y el mundo moderno si no nos permitiéramos fallar? La historia del mundo se ha construido en parte a partir de errores, fracasos y objetivos parcialmente cumplidos. Solo por mencionar a alguien: el pobre Cristóbal Colón murió sin saber nunca que no estaba ni cerca de la India ni que había llegado a un continente desconocido para los europeos. ¿Fue un fracaso? Obviamente no, y su exploración abrió las puertas a lo que somos hoy en día. Otros ejemplos: se dice que por cada medicamento que se vende en el mercado hay otros nueve que quedaron en el camino y el desastre del Titanic modificó las exigencias y medidas seguridad y la forma de construir en la industria naval.
Esto se aplica también al deporte y en particular al Triatlón. Mark Allen por ejemplo, tuvo 6 intentos fallidos en Hawaii (con abandonos incluidos) antes de ganarlo 6 veces entre los años 1989 y 1995. Sin ir más lejos, el mismísimo Cristian Bustos tuvo 5 DNF en Hawaii sobre un total de 10 participaciones. El éxito y el fracaso van de la mano. No puede existir uno sin el otro.
Debemos aceptar el fracaso y aprender a convivir con él. De hecho, es una cuestión reconocida en varias áreas: sicólogos, educadores, doctores y hombres de negocios, por poner algunos ejemplos, aprenden a convivir exitosamente con los errores y con el concepto del fracaso. Obviamente en nuestro deporte también este fenómeno está siempre presente y sabemos que de cada carrera y en cada entrenamiento podemos aprender algo nuevo. El fracaso entrega información de cómo debemos hacerlo la siguiente vez para no cometer el mismo error.
Con tal de no fallar algunos están dispuestos a poner en riesgo su integridad física e incluso su vida. La historia está plagada de casos extremos que estiraron la cuerda más de lo necesario. Los fallecimientos de George Mallory, supuestamente el primero en alcanzar el Everest en 1924 y de Amelia Earhart, quien falleció en 1937 en su intento por dar la vuelta al mundo en avión en el Paralelo del Ecuador, son situaciones de seguir adelante sin importar el costo. Aplicado a nuestro deporte, esto es equivalente a correr lesionado o llegar a la meta cueste lo que cueste, ninguna de las cuales justifico.
En un Ironman cuando aún faltan 20 Km y das muestras de deshidratación y ya no puedes correr y sólo caminar y además estas a más de 2 ó 3 horas por sobre tu tiempo estimado, me pregunto: ¿Tiene sentido seguir? Mi opinión personal es que no y reconozco que muchos dirían que sí. Hay muy poco que ganar y mucho que perder. Hay deportes en que esto no se cuestiona mucho. ¿Se imaginan un corredor de autos completando la carrera a 50 Km/h por un problema mecánico cuando sus pares pasan al lado a 300 Km/h? Si el auto no está al 100% simplemente se retiran. En el futbol los lesionados se reemplazan. En el tenis es habitual ver retiros antes de terminar 6-0/6-0.
Me parece que en nuestro deporte existe una obsesión por terminar las carreras y cruzar la meta. Es como si ese fuera el objetivo. ¿Les parece razonable entrenar por meses y años solo para conformarse con llegar a la meta? Salvo excepciones me parece que no estamos para eso y es mejor reconocer tempranamente el fracaso y dejar la puerta abierta para una segunda oportunidad. Relajemos la moto, pongámonos metas y objetivos razonables, preparémonos para que algo pudiera salir mal, aprendamos del proceso y partamos de nuevo mejor preparados y fortalecidos.
por Ricardo Cumplido (Jueves 14 de noviembre de 2013)