Cristian Pedreros: “La naturaleza manda”

Race Report Patagonman 2022

Domingo 4 de diciembre, 2:00 am, al abrir los ojos sentí la misma sensación que cuando enfrenté mi primer Patagonman por allá por el año 2018: ansiedad, ganas y miedo, la diferencia está en que el circuito se conocía y sabía lo difícil que es, además este año el clima prometía fuertes vientos, lluvias, fuerte oleaje y un poco de sol.

Otra cosa diferente fue mi soporte. Después de 2 años con mi padre, esta vez fue mi pareja Priscila Tapia, quien es triatleta y su apoyo fue fundamental, pasando por la vestimenta, alimentación, hidratación, cambios de ritmo.

Ya en el parque cerrado más relajado, la previa fue saludar, reír, compartir, fotos y hasta aconsejar a los triatletas que se enfrentaban por primera vez, era una especie de “antiguo”, pero ¿quién me calmaba a mí?

Las condiciones climáticas para enfrentar el nado, se asimilaba mucho a un entrenamiento realizado en invierno del 2018, lo cual prometía ser muy difícil. Al pasar los minutos la mente recordó aquel sufrimiento, por lo que la preocupación y nervios inundaron mi cuerpo, comenzando a enfriarse.

Por primera vez el agua se encontraba a una temperatura alta, pero mi cuerpo sentía frío, lo que me hizo salir del agua congelado y tiritando, y me obligó a tomar una taza de café para regular la temperatura.

El ciclismo: 180km con sus cuatro estaciones presentes

Al salir a pedalear la lluvia se hizo sentir con fuerza, la Patagonia nos recordaba que estábamos en un Ironman extremo, se sintió el crudo invierno patagónico durante los primeros 60 km de ciclismo, luego por 60 km más nos acompañó la primavera y el verano haciéndose presentes con un sol potente y los últimos 60 km nos acompañó el fuerte viento patagónico con ráfagas de hasta 70km/h, lo que generaba inestabilidad en la bicicleta y te obligaba a bajar el ritmo. Después de 7 horas llegaba a la ansiada T2.

El trote: Trabajo mental

Al llegar a la T2, llegué sin problema físicos, hidratado y sin hipoglicemia, sin embargo, la mente comenzó a trabajar más de la cuenta y recordarme que venían los 44 km de pedestrismo.

Comenzó la ansiedad, tocaba hacer el cambio de switch y para eso estaban mis support: mi Padre y mi Negra… mochila de hidratación y comenzar el trote.

Ya 2/3 del trabajo estaban realizados. Al correr los primeros 5K no encontraba la temible cuesta y pensé “¡oh! ¡cambiaron el circuito! Pero no, ahí estaba y había que subirla, había que llegar, porque esta versión a diferencia de las dos anteriores representaba a mi empresa Aquachile, la cual depositó toda su confianza en mí como deportista.

Pasaron muchas cosas durante el trote, mi llegada al kilómetro 30 no estuvo exenta de improvistos, como cuando puse el pie en un charco y quedé sin zapatillas, y de guata a rescatar las zapatillas para seguir la carrera, quedé lleno de barro… El viento no me dejaba ver con claridad por la tierra en los ojos, solo me faltó que me atacara un puma. Seguí avanzando y llegué al Km 30. Ya sólo quedaban 14km para terminar esta locura.

Llegué, entre los gritos de mi familia y amigos. Mi negra me tomó de la mano y me dice ya no queda nada… ¡lo hicimos! Y así continuamos por 14 km hasta lograr ver la ansiada campana.

Para mi sorpresa en la meta todo el Team Aquachile.