Francisca Hernández: “En Toughman aprendí que puedo lograr lo que me proponga”
Race Report Toughman Antofagasta 2017
Este deporte lo que más me ha dejado claro es que uno puede lograr todo lo que se proponga. Para algunas personas van a existir muchas más dificultades que para otras, pero poniéndole todo el corazón y cabeza, SIEMPRE se logra el objetivo. A veces es necesario caerse para volver a levantarnos más fuertes que en un principio. Sólo debemos confiar más en nuestras capacidades y seguir adelante con más ganas aún.
Todo esto lo aprendí el domingo pasado en Toughman Antofagasta.
Mi historia es un poco distinta a todas. Unos meses atrás, pasé por una frustración muy grande en el Triatlón de Rapel, donde me dio tanto miedo nadar en aguas abiertas que tuve que pedir que me sacaran del agua. Fue súper frustrante. Después de eso, me inscribí en el Triatlón de Piedra Roja y dediqué muchos domingos para ir a la Laguna Esmeralda a perder ese gran miedo y frustración que traía desde Rapel. No voy a decir que fue fácil. Al principio me daba miedo hasta meter una mano. No pude nadar muy lejos de las boyas, porque me daba pánico nadar un poco más allá.
Logré hacer el sprint de Piedra Roja sin problemas y después el Promocional de Pucón, donde volví a sentir la sensación de ahogo en el agua, pero lo logré superar.
Enfrentar los miedos
Me inscribí en el Triatlón Toughman Half Antofagasta pensando que podríamos ir a nadar al mar en algún momento, para así volver a tener la confianza que había perdido en Pucón, pero por temas de clima no se pudo. Por lo mismo, para mí era súper incierto mi futuro en Antofagasta, me moría de miedo. Cada vez que les decía a mis compañeros “no voy a poder”, se enojaban y con justa razón, porque en algún momento debe haber sido un poco molesto.
Mis compañeras planificaban cómo iban a hacer el ciclismo y el trote, mientras yo lo único que pensaba era si iba a poder salir del agua o no.
El día antes de la competencia pudimos nadar un poco en el mar y le agradezco infinitamente a mi coach, Sebastián Paniagua, quien estuvo súper preocupado de mí en ese momento hasta que pude nadar bien. Volví a sentir confianza y ya estaba un poco más preparada para lo que se venía. En ese momento con Pablo González, mi coach, nos pusimos de acuerdo para nadar juntos y de esa forma yo estaría mucho más tranquila y cómoda.
Llega el esperado día y a las 5:30 de la mañana sonó el despertador. Tomamos desayuno todos juntos y luego nos fuimos hacia el Parque Cerrado. Vi las boyas y casi me muero por lo lejos que estaban.
Hicimos un buen calentamiento y al momento de partir, nos pusimos muy atrás para nadar tranquilos. Pablo iba como si nada, pero yo ya me sentía un poco ahogada así que iba nadando con la cabeza arriba y de vez en cuando podía lograr nadar bien, siempre mirando a mi coach.
Luchar contra los miedos
En un momento, cerca de las rocas, Pablo se me perdió y empecé a hiperventilarme y sentir la sensación de ahogo una vez más. Miré a mi lado y vi a una persona de la producción en un kayak. Estuve a segundos de decirle que ya no podía más y necesitaba que me sacara. Ya me estaba quedando muy atrás, muy sola, iba última y la persona del kayak me miraba. Me acordé de Rapel, fue algo parecido. No podía volver a repetirse eso. Me giré, pateé un poco de espalda y pensé: “No estoy sola, hay mucha más gente acá conmigo. Si dejo de nadar, me voy a quedar más sola y me va a dar más miedo”. En ese momento cambió todo.
Comencé a nadar súper fluido, pasé a varias personas, tratando de siempre ir cerca de alguien, concentrada en la técnica, respirar, mirar la boya. Mi reloj me marcó los 1.000 metros cuando aún me faltaban 300 para llegar, juraba que estaba malo, pero al finalizar supe que habíamos nadado 1300 en lugar de 950. Lo planificado era 2:20 cada 100 metros, calculando que me iba a pasar todo lo que me pasó, prefería ir lento pero seguro. El promedio me dio 2:10 cada 100 metros, mucho mejor de lo que esperaba.
Salí del agua con una sensación de alivio increíble, no lo podía creer. Escuché a mis compañeros y mi pololo gritándome que ya estaba hecha la pega más dura para mí, así que ahora comenzaba todo.
Mi transición fue un poco lenta, pero qué importa, ya estaba fuera del agua.
La fuerza del trabajo en equipo
Ya en la bici, cuando ya me sentía cómoda, comí el primer gel como lo había planificado y mi reloj, gracias a la Andre, me avisaba cada 10 minutos que tenía que tomar agua y cada 40 que tenía que comer.
El circuito de ciclismo era bastante plano con una pequeña subida en cada giro. El paisaje era muy lindo, miraba el mar y no podía creer que ya había nadado ahí. Al principio iba un poco desconcentrada. Me pasé como 300 metros en un giro, y se me cayó una caramagiola, iba totalmente en otra. Me concentré en ir un poco más rápido para tratar de promediar un poco más de lo que había planificado (27 km/hr) y lo logré, promedié 29 km/hr.
Vuelta al Parque Cerrado, fuera casco, zapatos, me puse las zapatillas y a correr. Ahora ya iba más concentrada a 5:30 min/km, menos de lo planificado, pero me sentía bien. Me fui feliz mirando a mis compañeras correr junto a las bicicletas que las escoltaban con banderas de primer y tercer lugar. La Vero me daba consejos, que relajara los brazos, a la Eve le gritaba para que no perdiera su banderita, le daba ánimo a la Lore y Andrea, y sonreía cuando podía. Los gritos de mi equipo fueron súper importantes para mí, me daban todo el ánimo que me faltaba.
Ganarle a los miedos
En el kilómetro 5 comí el último gel y ya quedaba menos. La vuelta del último giro se hizo eterna, el gel no estaba funcionando mucho y el segundo aire que me habían dicho aún no llegaba. Mi ritmo estaba subiendo mucho, ya casi a 6:00 min/km y ya mis compañeras habían llegado a la meta, no tenía en que entretenerme. Me acordé que me dijeron que cantara mentalmente, y eso hice. El ritmo fue disminuyendo para volver a lo planificado. Veo la meta y a mis compañeros gritándome. Hago mi último esfuerzo con un mega sprint y llego a la meta. Al fin con mi merecida medalla, una súper sonrisa, el apoyo de mi equipo y pololo y feliz de haber logrado algo que hace unas semanas atrás, veía imposible.
Sé que podría haber dado mucho más, pero esta vez mi objetivo principal era salir del agua. Ya vendrán otras competencias para poder establecer objetivos mucho mayores, pero estoy súper feliz con lo logrado.
Obviamente agradecer a mis coaches Pablo, Pani y Pato, creo que todos confían mucho más en mi que yo misma. A mi equipo Road Runners, a Marcelo Vidal, paciente mío que gracias a él puedo nadar en aguas abiertas sin miedo, a la Pili Caviedes por toda su experiencia en aguas abiertas, Luis Ibáñez por ayudarme con mis molestias las últimas semanas. A mis pacientes Triatletas que me daban consejos cuando me veían asustada. Al Guati, mi pololo, que ni yo sé cómo me aguanta que entrene tanto los fines de semana, a mi familia y a todos los que creen en mí más que yo misma. Juro no defraudarlos nunca, porque la perseverancia es una de mis mayores fortalezas.
Francisca Hernández
Road Runners
Fecha de la carrera: Domingo 23 de julio de 2017