Ricardo Sohrens: “Qué gran carrera!”
Race Report Patagonman 2018
Cuando recién me inicié en el mundo del Triatlón, en los años 2010-2011, buscando información en internet me crucé con un video de Norseman, que encontré realmente alucinante, lo veía de vez en vez y siempre me decía esa carrera me gustaría correrla, ahora bien en la medida que pasaban los años el bichito seguía ahí, pero se veía más complicado de lograrlo, el número de postulantes aumentaba año a año, Noruega no está a la vuelta de la esquina y lo más duro, hay que entrenar en invierno.
Cuando se publicó la noticia del Xtreme Triathlon Patagonman, me dije este sí lo hago, me inscribí en la lotería y a esperar los resultados, además estaba inscrito para Pucón y IM de Sudáfrica en abril, así que era sólo cosa de mantener el entrenamiento en los meses fríos y empezar a prepárame a conciencia después de la semana del 18.
Cuando me llegó el mail informándome que había quedado seleccionado dentro de los 300 afortunados, se me apretó la guata y no me demoré más de 15 minutos en confirmar mi participación, los dados estaban echados, mi señora Lorena me dijo que estaba loco, pero que le encantaba la idea de volver a Coyhaique.
Una vez de regreso del IM de Sudáfrica, me vino el bajón completo, no tenía ganas de subirme a la bici para hacer un largo, ni nadar am, sólo salía a trotar unas tres veces por semana no más de 10-12 km y tengo la fortuna de poder irme en bicicleta al trabajo desde Vitacura al centro (15k) así que la vuelta de la pega como 45–50 minutos lo consideraba mi entrenamiento.
Ya entrado en mediados de octubre comencé con mi plan serio de entrenamiento, nadar tres veces am, correr dos veces a la hora de almuerzo y largos los domingos, la vuelta en bici de la pega y largos los sábados, nutricionista y bajar de peso. No cumplí nada de lo anterior, pasaban los días y no me levantaba en las mañanas para ir a la piscina, no cerraba la boca, no hacia los largos, en fin, un desastre. En noviembre a 5 semanas de la fecha me puse las pilas, me duró dos semanas y caí enfermo, estaba inscrito para el Giro del Lago y Latam me cambió todos los pasajes así que no fui, inscrito para GFNY y justo ese fin de semana campamento padre-hija, con mi princesa (ahí no transo). En resumen, si comparaba mi preparación para el IM de abril, era como de un 50%, así que comenzaron las dudas, ¿para qué voy a ir a sufrir?, no estoy preparado, mejor no voy y cuando alguien me preguntaba ¿cómo estás para el Patagonman?, mi respuesta era “me voy a bajar, no me he preparado como es debido”, hasta que conversando con una amiga y gran corredora de xtrails, Daniela Seyler, me dijo “No seas weon, tenís que ir, va a ser una experiencia única y lo vas a terminar, sí o sí”, gracias rucia! Después de esas palabras, decidí que no podía perder la oportunidad de saltar al agua desde el ferry, en el peor de los casos abandonaba, y?.
La semana de la carrera, el lunes comencé a preparar las bolsas con las botellas para hidratación, comida y ropa: Antes del agua, salir de agua, T1, K45, K135, T2, K30 con todas las explicaciones necesaria a mi señora Lorena quien sería mi Support.
Llego el gran día y a las 01:15 sonó el despertador, ya estaba todo listo en sus respectivas bolsas, así que partimos a la plaza, nos subimos a una van rumbo a Puerto Chacabuco. Traté de dormir algo más durante el viaje, pero no dio mucho resultado. Ya en parque cerrado terminé da cargar la bici, la Lore me ayudó a vestirme, chaleco de neopreno, traje, guantes, gorro, botines, de todo… risas nerviosas con los amigos y sus support hasta que me despedí y nos embarcamos rumbo al punto de partida. En el ferry sentía mucho frio a pesar de estar más abrigado que hijo único y me decía ¿cómo ira a estar el agua?
Llego el momento cero, ya había saltado más de la mitad de los participantes y caminé hasta borde del ferry. Antes de saltar me tomé unos segundos y me acordé de nuestro gran amigo el Negro Valdivia (cómo la habrías disfrutado Negrito esta carrera) y di gracias por estar parado ahí. Salté al agua y para gran sorpresa mía no estaba tan helada, sonó la sirena y comenzamos a nadar con rumbo a las luces del barco guía, no sentía frío y avanzaba cómodamente hasta que giré alrededor del barco y puse rumbo al puerto. Esta segunda etapa fue más lenta, como que no avanzaba, daba un par de brazadas, miraba mi destino y no avanzaba. Esta sensación la tuve durante un largo rato hasta que llegué a tierra firme, salí del agua y la Lore estaba esperándome con toalla y café calentito. Me ayudo a desvestirme y colocarme toda la indumentaria de ciclismo, yo estaba contento, disfrutando cada momento.
Una vez en la carretera, durante los primeros 30 km, tenía sueño, mucho, mucho sueño, algo que nunca me había pasado y me repetía como puede ser si voy pedaleando, inclusive pensé en parar a dormir un rato. Los siguientes kilómetros pasaron rápido, igual que todos los competidores que rápidamente me pasaban, ahí me decía, ¡no son buenos nadadores! lLegué al K45 y me estaba esperando Lorena, que me ayudó con la hidratación y la comida de acuerdo al plan y vamos por los siguientes kilómetros. El paisaje era increíble, las montañas, los colores, todo los alrededores eran de postal, la van en la que se trasladaba la Lore cada cierto tiempo se detenían y me sacaba fotos, todo un rock star! La carretera se fue poniendo más empinada y comenzó a soplar más y más viento, siempre en contra, excepto cuando habían bajadas que soplaba de lado como para botarte. Llegó el K90, muy bien atendido por la organización, después el K135 nuevamente socorrido por mi gran support, ya sólo quedaban 45 km y yo en posición aero sobre mi profile a 12k/h, no era muy rápido, pero era lo que había.
Una vez en T2 estaba nuevamente mi señora con todo dispuesto, me cambié de ropa, me puse la mochila de hidratación y me fui por esos últimos 42 km. Los primeros metros por el camino de tierra fueron fáciles hasta que llegué al primer sendero, miré por donde había que subir y pensé, marcado con unas cintitas blancas, y pensé ¡Valdivieso se pegó en la cabeza, necesito grampones! Después me di cuenta que Valdivieso estaba completamente loco, subir, bajar, cruzar riachuelos… Algunos corredores me pasaron, yo pasé a algunos pocos, al salir del trail y volver al camino de tierra se me hizo algo más fácil. Llegué a al K10, después al K20, ahí me alcanzo una gringa, que había venido desde Alaska, Kristina. Saqué mi mejor inglés y nos fuimos entre trotando y caminando hasta el K30, para encontrarnos con nuestros support, a esas alturas ya tenía claro que la carrera la terminaba sí o sí. Sólo me preocupaba el corte de 17 horas, entre tanta subidas y bajadas las uñas de los dedos gordos estaban destinadas a “enlutecer” y luego perderlas (todavía están de luto), por fin el último puesto de abastecimiento y ahí nuevamente estaba mi adorada señora, me ayudó con comida y mucho ánimo, un beso grande y partí junto a mi nueva “patagonfriend” en busca de la ansiada meta, estos kilómetros fueron menos duros que los anteriores, seguramente por la adrenalina y las ganas de llegar, inclusive fuimos capaz de aumentar la velocidad y llegar a correr a 6 el mil durante los últimos kilómetros, al entrar a Puerto Ingeniero Ibañez ya quedaba poca luz y no había mucha gente. Divisé el arco de meta y mantuve el paso firme y la sonrisa me cruzaba de oreja a oreja, estaba a punto de convertirme en un Patagonman, crucé la meta e hice sonar la campana, abracé a mi señora-gran support- y me entregaron mi medalla y me tomé mi cerveza.
¡Muchas gracias a la organización por tan linda carrera y más gracias a la Lore que me acompañó por durante casi 17 horas mientras el perla se divertía!
Ricardo Sohrens
Fecha de la carrera: Domingo 9 de diciembre de 2018