Rodrigo González: "¡Fueron 10 horas donde nunca corrí solo!"
Race Report Ironman Brasil 2017
Fue mi primer Ironman y lo preparé de la mejor manera. Para eso, mis tiempos del día a día fueron todos organizados y distribuidos en torno a los entrenamientos, los cuales los tomé como prioridad.
Al instante que decidí apuntarme e inscribirme, sabía que no sería nada fácil, no sólo por la carrera misma, sino que toda la preparación y el tiempo que conllevaría llegar hasta ahí. Llegar para cumplir un sueño. Fueron exactamente 4 meses de preparación específica.
Entrenar por un sueño
Primera semana de entrenamiento y tuve una caída en bicicleta que por suerte sólo me dejó una semana sin poder continuar. Con un esguince en la muñeca izquierda, no me quedó otra que pensar: “Esto promete. Partimos la raja jajaja”. Lo increíble es que nunca antes me había caído, pero siempre hay una primera vez, así que ahí supe que esto sería más difícil de lo que pensaba.
Pero pasaron muy rápidos los cuatro meses de entrenamiento, donde hubo muchos largos a solas. Pero ahí estaba, cumpliendo lo mejor que podía con el plan. En este punto, debo agradecer a Rodrigo Zamorano quien fue fundamental en todo este proceso. Con él armamos el plan de trabajo y cada una de las sesiones. Y también quiero agradecer a todo mi equipo: AllRunners3 y Ironmemo, quienes me brindaron siempre su mayor apoyo y máxima energía durante todo este tiempo. No quiero olvidar a mi partner, Javier Zamorano, quien me acompañó en varias jornadas, sacando lo mejor en cada una de las tareas. Desde ya, deseándole el mayor de los éxitos en el Mundial 70.3 y ahí estaremos acompañando a full en la preparación.
A fuego
Como no todo podía ser fácil, una semana antes de la carrera y faltando sólo 2 días para embarcarme, ocurrió lo peor. Domingo 21 de Mayo, yo y toda mi familia dormíamos, cuando a eso de las 4:00 am comenzamos a sentir gritos desgarradores de ayuda. No sabíamos qué pasaba. Me levanté, salí al patio de mi casa y lo primero que sentí, fue olor a humo. Fui hacia el fondo de mi casa y vi llamas descontroladas por todos lados, donde algunos tíos y primos estaban atrapados sin poder escapar. Comenzó una locura y terminó en una tragedia. El 50% de la casa quedó completamente en cenizas, sin que ningún familiar resultara herido.
Ante esta situación, debía tomar la decisión de viajar o no. Y la decisión fue una y rotunda: debía viajar y entregarlo todo, no sólo por mí, sino ¡por toda mi familia!
23 de mayo viajamos a Floripa. Los días previos fueron muy buenos, con un clima ideal que nos acompañó. Salimos a probar la bici, soltar las piernas corriendo y probar el agua. En todos lados nos encontramos chilenos, con quienes siempre nos tomámos unos minutos para conversar. El ambiente, la onda, todo lo que significa estar en una carrera así, transformó mi experiencia en una verdadera fiesta.
Hombre de hierro
Domingo 28, llegó el tan esperado día. Pero para mi extrañeza, me encontraba muy tranquilo. A las 4:30 de la madrugada sonó la alarma. Desayunamos lo de siempre y tomamos todas las cosas para la carrera. Había llovido durante toda la noche y sabíamos que las condiciones se mantendrían durante todo el día. Pero me dio lo mismo, yo fui a correr y eso iba a hacer independientemente de las condiciones.
A las 5:20 de la mañana llegamos al parque cerrado. Al ingresar me encontré con varios triatletas chilenos, luego me encaminé a ver la bicicleta, cuando en ese momento, me doy cuenta que no tenía hidratación, mis camagiolas se me habían quedado en el departamento. ¡No puede ser! Pensé mientras intentaba comunicarme con mi madre, pero fue imposible. Hasta que las encontré. ¡Fue mi amiga Natalie Cofre la que me salvó!
Con Memo Tamarín
A dos minutos de largar, me di un fuerte abrazo junto a mi amigo Guillermo Tamarin, nos deseamos éxitos y luego, todo comenzó. El mar estaba planchado y nadar se hizo muy cómodo. En los primeros metros intenté tomar un buen ritmo para sentirme cómodo. Y lo mantuve hasta el final. Sabía que esto era, en ese momento, recién el comienzo y no decía mucho, pero no por eso no iba a hacer lo mejor posible. Salí del agua muy bien, pero sin saber en qué tiempo porque nadé sin reloj.
Realicé la T1 sin prisa, concentrado en cada detalle, en el casco, los geles, la comida para luego partir a buscar la bicicleta. Ese momento fue especial porque mi madre me gritaba desde un rincón fuera del parque, mientras flameaba la bandera chilena. No atiné a nada más que gritarle: ¡TE AMO!
Nada me detendrá
Me monté en la bici a enfrentar los 180 km. En los primeros kilómetros me sentí muy bien, las piernas me respondieron para rodar a muy buen ritmo. Ahí pensé: Este es mi día.
Avancé hasta que en entre el kilómetro 10 y 11 llegó el pinchazo. Me corrí a un costado de la ruta y comencé a cambiar el tubular. Hasta que pasó lo peor: El tubular de repuesto era imposible de montar. Estaba rígido, se resbalaba sobre la llanta y no había caso. La frustración me hizo pensar que había perdido todo. ¡Tenia ganas de llorar! Pero me tranquilicé y volví al juego porque esto no me la podía ganar. Hasta que logré montar el tubular. Pero esto no quedó ahí, al comenzar a inflar me percaté que el repuesto CO2 no le hacía al adaptador.
Atiné a pedir CO2 desesperado a los corredores que iban pasando y un brasileño se bajó. Me presto uno y me ayudó a inflar. Mis agradecimientos totales hacia él. Le sonreí y él me responde con un “boa proba”. Todo eso ocurrió en 20 minutos. 20 minutos donde vi pasar y pasar corredores.
Me monté nuevamente en la bici, rogando no volver a pinchar más y salgo rodando fuerte, intentando descontar en algo del tiempo perdido.
Tras completar los primeros 90 km, sentí las piernas muy bien. Al pasar por Jureré, el aliento de la gente que disfrutaba de la carrera, me sirvió para recargar energías e ir por los 90 restantes.
Luego, en el segundo giro de ciclismo regulé un poco el ritmo para no pasarme. Así fueron avanzando los kilómetros hasta el 130. Special needs y parada obligada a reabastecerme. Me tomé 4 minutos para comer algo sólido, con calma, junto con una necesaria Coca-Cola. Volví a la ruta y seguí apretando. Ya en el kilómetro 150 comencé a sentir un poco el desgaste. Intenté regular aún más para prepararme para el maratón. Ya en los últimos kilómetros, luego de entrar a la ciudad, me relajé por no haber pinchado nuevamente.
A superar el maratón
Realicé una T2 tranquila, donde me tomé el tiempo para poder cambiarme de trisuit, pasando de uno con mangas a uno sin mangas, para así salir a correr más cómodo y algo más seco. Zapatillas, gorra, número, baño y a correr.
Para mí, comenzar el maratón significó comenzar el Ironman. En los primeros kilómetros mis piernas estaban perfectas. Iba a 4:00-4:10min/km. Un ritmo perfecto y cómodo. Pero sabía que no iba a ser así durante los 42 km. Ya en el km 4 comenzaron las subidas hacia Canasveiras. Las conocí durante la previa y se veían durísimas. Fue en ese punto donde estuvo mi barra oficial, dándolo todo con gritos de aliento y energías para no parar de correr.
Sortié las subidas y de ahí fue plano hasta el retorno en el km 8. A esas alturas mis piernas seguían perfectas, pero procuré regular con cada zancada. Así me fui hasta completar el primer giro de 21 km. Sólo quedaba una media maratón más. Segundo giro de 10 km y llegaron los kilómetros más duros, donde mis piernas ya se sentían tocadas. Me costó mucho sostener el ritmo y las molestias se hicieron presente, provocando que las paradas en los abastecimiento se prolongaran más.
Tenía que aguantar y seguir como fuese. Mentalmente aún seguía fuerte, lo que fue clave para seguir y seguir. Saludé a cada chileno en los cruces, una seña de aliento nunca está demás.
Ya en el tercer y último giro, poco a poco las buenas sensaciones volvieron. Comenzó a oscurecer y la lluvia se hizo un poco más intensa. A esa altura, ya no le hacía el quite a las pozas. Kilómetro 35 y mis piernas reviven. Comencé a aumentar de a poco el ritmo hasta el 37-38. Allí es cuando vi a Gabriela Cerda con Mauricio (de My Team) quienes venían haciendo una muy buena carrera. Nos saludamos y empujamos: “Vamos, Vamos, sólo faltan 4 km”.
Allí comencé el embalaje final, con las piernas respondiendo como si fueran los primeros kilómetros. Apreté y apreté hasta el final. Llegando a Av. Dos Buzios, me encuentro con un capo que no paró de alentar a todos los chilenos y los arengó con todo en esos últimos metros. Es de esas personas con una personalidad y actitud que todos agradecen y le hacen muy bien al Triatlón Chileno. Espero alguna vez que ese capo vuelva a las pistas y compartir con él una carrera. Hablo del gran Sebastián González.
Sebastián González en el momento justo
Últimos metros y la calle se hizo cada vez más angosta por la gente alentando. Fue una especie de túnel en donde el camino lo hizo la gente. Justo antes de entrar a meta, entré al mar de gente, donde escuché a mi madre quien me gritaba y me entrega la bandera. Entro al sector de meta y las sensaciones y la adrenalina fueron a mil. Frené un poco antes de cruzar para mirar todo el entorno, y así apretar la bandera y desahogarme de todo lo vivido con un grito. Un grito que me salió desde lo más profundo de mí. Un grito que ya ni recuerdo que dije, pero que sin duda, explotó gracias a todo lo vivido durante la carrera y por sobre todo, por lo que me pasó los días previos antes de estar ahí, ¡de cruzar esa meta!
Más allá del tiempo que hice, el Ironman Florianópolis 2017 fue sueño cumplido. ¡Fueron 10 horas donde nunca corrí solo!
- Tiempo Total: 10:25:56
- Nado: 00:59:53
- Bici: 05:45:45
- Carrera: 3:28:25
Rodrigo González
AllRunners3
Fecha de la carrera: Domingo 28 de mayo de 2017