Stanisa Koscina: “Mundial desbloqueado”
Race Report del Mundial Ironman 70.3 St. George 2021
El mundial. Las mejores del mundo en un 70.3 de la franquicia de Ironman. En un principio iba a ser en Taupo, NZ. Sin embargo, la pandemia dispuso otra cosa: St. George, USA.
¿Que decían del circuito de St. George? Un calor sobre los 35° C, el circuito de bici sería como el de Bariloche, y el de trote como el de Pucón. Lo cierto es que, cuando comentan esas cosas, mi poca experiencia en carreras, no permite que lo asimile o siquiera imagine, aún conociendo ambas carreras. La memoria es frágil, dicen. Si bien, entendía que era un circuito muy rudo, durante todo el tiempo que entrené para la carrera jamás lo advertí.
El triatlón es mi juego de adulto, así como lo fue el “paco y ladrón” o las “naciones” cuando era (más) chica, y no me mal interprete, que por ser un juego no es menos serio. De hecho, me lo tomo profundamente en serio, soy Aries y por defecto intensa. Me estresa ver TP de arcoíris, y en cada entrenamiento existe un “llegas o el piso se convierte en lava”, ¡mucha seriedad señores! Como verá apuesto mi vida en cada uno de mis entrenamientos.
Y esta carrera fue un Tomanji, o Jumanji, como sea. El día anterior a la carrera, y como todos los días revisé el clima que se esperaba para el sábado, y contra todo pronóstico antes del viaje, la temperatura marcaba milagrosamente 31°C. ¡Estupendo! No nos calcinaríamos. Sin embargo, también existía un 40% de probabilidad de tormenta eléctrica, pero la verdad es que eso último, lo obvié por el alivio de no correr con tanto calor y ciertamente, subestimando la meteorología. Durante la tarde, se acercaron las nubes y corría un viento preocupante para mis 45 kg sobre la bici. Con esa preocupación y de algún modo resignación me fui a dormir.
El día de la carrera nos levantamos a las 4 de la mañana, no dormí a saltos ni me desvelé, sólo dormí, no recuerdo si soñé. Tomamos el bus a Sand Hollow (un parque precioso, a propósito) y empezamos a prepararnos para finalmente largar.
Una vez bajo la partida, hago ese ritual secreto en mi cabeza, el último apretón de guata y ¡paaaaaaaaaf! Al agua pato. El nado fue tranquilo, sin los combos y patadas que una acostumbra, sin el traje de neopreno también acostumbrado, pros y contras, una brazada larga, rítmica que se sentía segura. Por primera vez me sentía fuerte empezando una carrera. Sólo era la calma que antecede al huracán, como dirían mis amigos, los fabulosos.
Podía ver la orilla cuando esa tranquilidad se esfumó: “no la cagues, primero sacar y luego poner, agarra los geles y corres” “¿qué tan difícil puede ser?”. Pues la cagué, corrí, pero para el otro lado, 40 segundos perdidos y con “pisada de pato” como se refieren y hacen bullying los triatletas más experimentados que dejan sus zapatos puestos en la bici a quienes corremos con los zapatos puestos. Al menos me hizo reír y a los espectadores también, “win win”.
Y comenzó mi Jumanji. Parecía que sería una carrera dura pero tranquila, el cielo estaba tapado y podía sentir un poco fresco el ambiente. Por unos minutos mi preocupación sólo fue “haz tu carrera, ponle piernas y se constante”. Como leí en otros “race report”, la bici también es mi Némesis.
Primera subida pronunciada y sentía seguridad, iba pasando gente, las subidas se me dan fácil (no así los planos y bajadas) tenía que aprovecharlas sin quemar las piernas. Sin embargo, me alcanzó antes de llegar a la cumbre y se instaló durante 40 KM: el viento.
El viento, “un enemigo poderoso e implacable”, al que apenas pude resistir con mis 45 kg. Esos tan útiles para las subidas, y tan insignificantes para las bajadas. En ese momento hicimos un pacto con mi némesis, la bici, para hacerle frente al enemigo en común, ambas prometimos no someternos y seguir avanzando. Nuestros problemas los solucionaríamos en el rodillo de vuelta en Santiago.
Muchas pararon a un costado de la carretera o dejaron de ponerle piernas mientras el viento probaba nuestra determinación, otras cedieron cuando llegó su aliada, la lluvia y para que decir, cuando aparecieron los granizos, cual “meteoro de Pegaso” dándonos en la cara, espalda, brazos y piernas. Hubo planos en que parecía estar subiendo pie andino, de pie en la bicicleta y sin poder avanzar. Sin duda que le puse piernas, más de las que consideré y entrené, llegado el kilometro 45, ya sentía la fatiga y la preocupación de agotar todos mis cartuchos en la bici. A pesar de eso, logramos desbloquear con mi Némesis la etapa de viento, lluvia y granizos. Sin embargo, esta alianza no perduraría para mi desgracia tras una cruel e inesperada traición.
Intentamos (mi bici y yo) recuperar un ritmo constante y cómodo para preparar la última gran subida de Snow Canyon (otro hermoso parque), pero la ruta que había recorrido unos días antes de la carrera tan cómoda y sospechosamente suave, ya no lo era. Un falso plano y repechos incomodos revelaban la tensa relación con mi bici. Pero ¡ahí está! La última subida, el último esfuerzo y a correr.
Pasamos los cambios, acomodamos el plato, la cadencia, la respiración y vamos que vamos. ¿las subidas se me hacían fáciles? JA!, el corazón lo llevaba en los oídos y las piernas cambiaban de estado a “gelatinoso”. ¡Entonces pasó! la alianza se quebró. Mi bici me estaba traicionando, la cadena empezó a saltar en los cambios más livianos del piñón, lo que me forzó a subir más cargada. Al llegar a la cumbre, no me quedaban muchas piernas y las bajadas no me significan un alivio, de hecho, es donde más tengo que poner piernas (al menos, eso dice el cabezotas). Intenté poner lo último que quedaba de piernas, y poco pude hacer, pero al menos, terminó. Llegue a T2. Etapa desbloqueada.
Aún con algo de moral, pero preocupada por haber gastado todas mis semillas del ermitaño en la bici, salí a correr, pero las piernas las tenía agotadas, fatigadas, los gemelos habían completado el estado de gelatinoso y sólo podía pensar en que se desgarrarían, no lo hicieron. Agradecida. El cuádriceps derecho se contrajo súbitamente y no se relajó hasta terminar los 21 km. A ratos, dudaba angustiosamente “creo que no estoy preparada para este circuito, tantos entrenamientos que no hice, debí entrenar mejor, no sé si pueda terminar la carrera”, pero estaba determinada a mantener un paso firme, y engañaba a mi cuádriceps para que aguantara los km restantes y después si quería explotara, lo convencí. El archienemigo viento volvió en algunos planos y para el final, trajo otro aliado, el sol. Sin embargo, llegaron tarde, porque ya estaba cruzando la meta. Mundial desbloqueado.
Stanisa Koscina
Fecha de la carrera: Sábado 18 de septiembre de 2021