Tania Radic: “Me sentí más acompañada que nunca en mi vida”
He sido deportista toda mi vida.
Fui profesional en el triatlón entre los 23 y 27 años, entrenada por Martín Arias en Universidad Católica, y junto a él, un gran equipo detrás: Lalo Araya, Rubén Arias, Potrillo Grez, Margozzini y muchos más. Lamentablemente no pude seguir todo lo que me hubiese gustado. Debía enfocarme en trabajar, así que pasé del profesionalismo al deporte amateur.
Con el paso del tiempo, junto a mi marido y otros grandes amigos, decidí correr una vez más. Esta vez, serían carreras de aventura, unas competencias muy duras que eran muy similar a las profesionales en el nivel de exigencia. Cinco días y poco dormir para 500 K de recorrido entre kayak, trekking, mountain bike y cuerdas. Nos apasionaba. Desafío de los Volcanes, Columbia Challenge, Tantauco, corríamos todas las que encontrábamos.
Luego siguió el Mountain Bike y el Trail Running con carreras de alto nivel en Canadá y Colorado. Pero aún viviendo esas experiencias, todas ellas muy buenas, sentía que era el momento de volver a vivir lo que era una carrera de triatlón.
Pato, mi marido, me dijo que el formato Xterra sería el tipo de carrera perfecta para mí. Él me metió el bichito de volver.
Este año cumplí 50 años y era el minuto exacto para intentarlo. Quizás más adelante podría ser demasiado tarde. Por eso me preparé desde noviembre de 2017 para correr el Xterra de San Bernardo. Era lo que quería hacer, sin lugar a duda.
Entrené en el verano pensando en ese objetivo, pero llegando a la fecha de la carrera, tuve mi primer obstáculo: me lesioné la espalda. Mi cuerpo no daba para mucho más y correr no sería nada fácil en esa condición. Sin embargo, mi deseo fue más y logré competir. Quedé tercera en la general y clasifiqué al Mundial de Maui.
No estaba en mis planes. Sinceramente pensé que sólo llegaría hasta ahí, hasta San Bernardo. Fue entonces cuando Pato me mira y me dice “vamos”, y cómo no, nos embarcamos en otro desafío más. Partimos los dos con barra completa, no faltó ningún familiar, desde mi mamá hasta mis nietas.
Comencé el entrenamiento y no fue nada fácil, ya que debía mezclarlo con las horas de trabajo y todo el estrés que eso significa. Además, sumé horas invertidas en la recuperación física y de lesiones que no estaba en mis planes. Sesiones de quiropraxia con Vania, la preparación física con Fuchloger, Juanjo Milovic midiéndome y frenándome y con Etienne sesiones de acupuntura, todo lo que corresponde para prepararse para una carrera. También llamé a Roberto Barrientos de + Performance, para que dirigiera mi entrenamiento, no quería equivocarme.
Todo esto fue posible gracias a la paciencia y apoyo de muchos: mi marido que me apoyo siempre, de mi familia, mis amigos y mi oficina. Todo fue vital para que esto funcionara.
Debí probar los avances de mi entrenamiento y por eso me inscribí para participar en Tricao, seis meses después de correr en San Bernardo. Esta vez sería una carrera en serio, es decir, el tiempo realmente contaría, no sólo debía llegar a la meta. Estaba muy nerviosa.
Al momento de la carrera me sentí increíble. Estaba fuerte, rápida, mucho más de lo que pensaba. Ser rápida con el paso de los años es lo que más cuesta. Todo el entrenamiento funcionó. Quedé feliz con el resultado y se reflejó con un segundo lugar en la general. Ese resultado aumentaba las expectativas para el Mundial, y con eso, aumentaba la presión.
Sólo quedaban tres semanas, mucho más no podía hacer. Físicamente estaba al límite y las lesiones no me dejaban entrenar tranquila como me hubiese gustado. Nada importó, era el momento de competir.
MAUI
Lo primero sería batallar con todos mis miedos al mar. Las olas en los días previos a la carrera eran una taza de leche. Fue un alivio, podía estar tranquila y sin preocupaciones.
Reconocí el circuito de MTB, junto a la Ale y Javi, y fue todo lo contrario al mar, el trayecto era ¡puro barro! Mi bicicleta no avanzaba, las ruedas no corrían, se frenaban por el barro que había en los piñones. Entre las tres nos animábamos. Fueron 4,5 kilómetros en una hora y cuatro para completar los 30K. No puede ser. Esto estaría más duro de lo que pensábamos. Había que cruzar los dedos para que se secara el trayecto en el día de la carrera. En el Trail no había problemas, con unas buenas zapatillas sólo quedaba darle.
Llegaron las malas noticias en la noche anterior: no paró de llover. No pude dormir nada. Además, el mar dejó de ser una taza de leche y se veían olas por todos lados. Mi mamá tampoco durmió, estaba hasta más nerviosa que yo. Mi marido tampoco, aunque fui yo el que no lo dejo dormir, pobre Pato.
El día de la carrera tenía mucho susto, pero Pato intentaba tranquilizarme. Antes de comenzar nos sacamos fotos, saludamos a la gente que conocíamos en la carrera, pero en realidad, mi mente sólo estaba enfocada en el tamaño de las olas.
Comenzaron a largar, pero las olas escupían a los corredores y los devolvían a la orilla. ¡Terrible! Necesitaba largar ya. Comencé a nadar, pero no se avanzaba nada porque no era una sola ola, era una seguidilla de cuatro olas grandes que no te dejaban avanzar, una tras otra. Me focalicé en dar vuelta a la boya lo antes posible y que luego de eso sería todo más rápido.
Empezamos a pasar a los que iban adelante. Sólo escuchaba “métete, métete, métete” en el circuito M, donde se entraba y se salía dos veces. Seguía nadando y se hacía realmente interminable, sólo quería terminar el agua y salir de ahí. Hasta que ¡por fin! Iba en camino de vuelta. Una ola me tiró hasta la arena, literal.
Salí octava del agua y ahora tocaba subir a la bicicleta, esto si que era lo mío.
Fue una subida de pavimento durísima, muy parada, porque el agua no me había dejado bien. Estaba mareada. 10 minutos de pedaleo en pavimento y barro, barro, barro y más barro. Fue imposible pedalear, así que tocó caminar con la bicicleta al lado. A mi me gustan las cosas extremas, pero esta carrera era una prueba para la cabeza y también para las piernas que se consumían arrastrando el barro de las ruedas.
Había que avanzar, aún con la fila india que era interminable. Toda la categoría sobre todo la categoría 60 años taponeaba mucho el circuito, pero había que intentar pasar. Nos encontramos con Alejandra y nos dábamos ánimo. Avancé no sé a quién ni en qué lugar. Sólo intentaba avanzar para llegar por fin a algo más seco cerca del kilómetro 14. Era hora de meterle más ganas.
Me acerqué al parque cerrado y escuchaba los gritos al correr. Era mi barra la más motivada de todas. Escuché cada grito, uno por uno, concentradísima. No saben cómo se necesita el apoyo y cómo ayuda cada uno de esos gritos. Pensé en ese momento que ésta podía ser la última vez corriendo así que sólo quedaba enfocarse en correr con más fuerza.
Las piernas no me respondían. Recién en el kilómetro 2 empecé a soltar y a correr de verdad. A los 5K agarré el ritmo y sentí que lo había logrado. Estaba feliz.
Entré a la playa con una corredora pegada a mí. Llevábamos un kilómetro juntas y eso me motivó a correr mas fuerte así que subí con todo en la recta final hasta que llegué al final y crucé la meta.
No sé si alguien puede estar más feliz de lo que yo estaba en ese momento. Mi cara lo decía todo. No podía sentir más orgullo por atreverme a hacer todo esto, por superarme a mi misma. Me sentí más acompañada que nunca en mi vida: corrí con mi marido, mi familia, mis amigos, con todos los que me apoyaron. Una energía que sólo te la da el cariño de todos los que te quieren.
Salí 4ta lugar en el Mundial de Xterra Maui.
No sé si volveré a correr, pero esta experiencia fue realmente única.
Tania Radic
Fecha de la carrera: Domingo 28 de octubre de 2018