Bruno Maggio: "La felicidad es algo de perspectiva"


Race Report Mundial Ultraman 2018

El tercer día de carrera nos levantamos a las 4:15AM. Tenía el doble maratón en un par de horas más. Pensaba que me despertaría fresco, pero no fue así. Tenía el cuerpo y las piernas muy adoloridas por lo duros que fueron los 2 días anteriores. Estaba lleno de dudas, pues la estrategia era llegar al tercer día con energía, y así recuperar el tiempo perdido de los días anteriores.

Así es el triatlón. Jugamos al límite entre las 3 disciplinas. Midiendo qué tanto podemos dar en el nado para tener un buen ciclismo, y en el ciclismo para tener piernas para el trote.

El Ultraman, al realizarse en 3 días (día 1: 10 Km natación + 145 Km ciclismo; día 2: 275Km ciclismo; día 3: 84 Km de trote), le agrega más componentes a este maravilloso deporte del TRI. Es muy complejo logísticamente. Se requiere un kayakista durante el nado, un equipo de apoyo en vehículo para el ciclismo y trote, alojarse todos los días en lugares distintos, llevar herramientas y repuestos, y ser autosuficiente (alimentación, hidratación, hielo, etc.). Debes ser estratégico y resolver problemas complejos en el camino, y, además, debes usar técnicas para recuperarte de un día para otro.

Dos días antes de que empiece la carrera, en el desayuno de bienvenida, conoces en persona a los otros 39 triatletas que competirán. Me senté al medio del salón y quedé boquiabierto con las bestias que tenía al lado: Petr Vabrousek, Richard Thompson, Rob Gray, David Hainish, Tara Norton y Miro Kregar. A todos ellos los ubicaba, porque son los campeones mundiales de algún Ultraman, o son triatletas profesionales, y/o tienen algún récord absurdo vigente. Petr Vabrousek, sin lugar a dudas es el más bestia entre esos 6, con más de 190 Ironman completos terminados, de los que ha ganado 40 de ellos en la tabla general. Pero el resto de los 36 competidores se veían más fit o musculosos que yo. Ese día pensé que salir en la posición 40 de los 40 ya era un logro.

DÍA 1

El viernes 23 de noviembre partimos los 10 kilómetros de natación apenas al romper el alba (6:30AM) en el Kailua Pier (donde también es la largada del Ironman). Junto a tu kayakista empiezas a nadar en la oscuridad y solo recién cuando llevas 4 kilómetros comienzas a ver los primeros rayos del sol sobre los volcanes. Ahí te das cuentas que estás nadando a 1 kilómetro de la costa y, aún cuando el agua es cristalina, no puedes ver el fondo del mar. Sólo ves como los rayos del sol atraviesan el agua. Es casi místico.

Para el 99% de los triatletas, nadar 10K demora más que correr un maratón. Es un esfuerzo gigante y después del kilómetro 7 ya no te quedan brazos. Afortunadamente, este año estaba mejor preparado. Con dos Ultramanes en el cuerpo, tenía más experiencia sobre cómo dosificar el esfuerzo. Pero Kona es impredecible. Los últimos 3K tuvimos una fuerte corriente en contra, así que todos tuvimos que quemar varios fósforos, sino literalmente retrocedíamos. Así fue como los tiempos de la natación de todos fueron peores que los años anteriores. Por suerte logré salir 11º del agua, aunque muy cansado.

Rápidamente transición hacia los 145 km de bici, pero el cuerpo no está bien. Estás mareado por el movimiento de la cabeza, tienes más agua de mar en el estomago que isotónico, estás al filo de los calambres y estás muy cansado. Así es como empiezas a pedalear.

Mi equipo de apoyo de 3 personas, me esperaba a la salida del agua para sacarme el traje de agua, pasarme ropa limpia después de la ducha, ponerme bloqueador y ayudar a equiparme para salir a pedalear. Tenían toda la alimentación para la primera hora montada en la bici, que tenían preparada justo antes de la línea de partida. A mí sólo me queda confiar en que ellos hicieron bien su tarea. Es como un pit stop de Fórmula 1.

El ciclismo ese día fue durísimo. La primera sección fue sobre campos de lava sin viento. Un horno. Las pulsaciones las tenía disparadas (sobre 165, cuando debería estar bajo 144) y no había forma de bajarlas. Me estaba quedando sin hidratación porque los electrolitos que me debían durar 1:15 horas, los acabé en 30 minutos. Además, un fuerte dolor de cabeza me estaba matando. Ahí mi equipo entendió que teníamos que modificar el plan de hidratación. Para colmo, cuando estábamos llegando al punto de retorno (72 kilómetros de ida y 72 de vuelta), el viento en contra estaba rudísimo. Estaba en modo supervivencia.

Como siempre, pasarlo bien o mal es un tema de percepción. Cuando llegamos al punto de retorno, me di cuenta de que todo el trayecto de ida había sido en subida (eso explicaba muchas cosas), y que ahora tenía viento a favor. Me cambió el ánimo y recién ahí empecé a disfrutar la bici y el resto de la carrera. Así logré terminar en la posición 13 de la tabla el primer día y terminar contento.

DÍA 2

El día 2 de la carrera, todos sabíamos que iba a ser rudo. Debido a la lava que destruyó el sur de la isla hace unos meses, cambiaron el recorrido de la carrera para este año. Los 275 kilómetros de ciclismo, ahora tenían mucha más altimetría. Ahora eran 3.800 metros, de los cuales la mayor parte estaba al principio. Había que cortar la Isla por Saddle Road, pasando entre los volcanes Mauna Kea y Mauna Loa. Un recorrido que ya era duro (2017), con muchas subidas, viento y lluvia, este año era mucho peor.

Partí el día 2 dosificando mi energía, con los watts por el piso. Aún así iba dentro los 10 primeros competidores en los primeros kilómetros. Supongo que los otros estaban dosificando su energía más que yo. Pero cuando escalé la mitad del volcán, el cambiador delantero (Ultegra Di2) no pasaba al plato grande. El día anterior también falló, pero intermitentemente. Se suponía que un mecánico oficial de la carrera lo había reparado al final del día 1, pero hoy estaba definitivamente muerto. Así que tuve que parar dos veces, para que dos mecánicos distintos trataran de arreglarlo (el primero, un mecánico del Team Movistar, que estaba en equipo de apoyo del triatleta español Juan Bautista “Chamba”; otro, un mecánico oficial de la carrera). Fue muy desesperante y me llegó a doler el estomago. Estaba detenido en la berma, viendo cómo me pasan los otros competidores y los mecánicos no podían resolverlo. Al final, después de perder algo así como 40 minutos entre las dos paradas, decidí seguir los 200 kilómetros que tenía por delante con el plato chico solamente. En las subidas sabía que no tendría ninguna implicancia, pero en las bajadas pedaleaba en el aire por sobre 35km/h. Nada que hacer.

Pero si lo mío fue duro, para muchos competidores fue peor. El segundo día fue tan difícil que 13 competidores no alcanzaron a llegar a la meta al tiempo de corte (12 horas) y quedaron como DNF. De éstos, 6 llegaron solo unos pocos minutos después de la hora de corte (entre 2 y 9 minutos). Algunos lloraban amargamente.

Ese día llegué en la posición 14. También llegué reventado, pues para lograr algo de velocidad en las bajadas, tenía que pedalear sobre 105 RPM. Fue durísimo y no tenía forma de llegar fresco al tercer día.

Las técnicas para recuperarse del día 1 al 2 y del 2 al 3, influyen directamente en el resultado final de los competidores. Para mí, la ciencia de la recuperación es un tema muy complejo; una disciplina en sí misma. Los competidores hacen de todo, desde tinas de hielo hasta usar Normatec. Lo mío se basa en el veganismo, que tiene una influencia directa en la velocidad de recuperación, en los nutrientes que intento obtener, realizar elongaciones específicas, usar un roller, y finalmente ocupar un TENS.

Días después, descubrí que las técnicas que ocupaban Richard Thompson y Rob Gray (1er y 2º lugar este año) eran muy superiores a todo lo que hacía el resto de los competidores. Tengo mucho que aprender ahí.

Pero lo que me faltó en técnicas de recuperación lo compensé con mi equipo de apoyo. Probablemente tenía el mejor equipo de la carrera. Este es un trabajo rudo y no es para cualquiera. Son 26 horas arriba de un auto, parando cada 10 minutos a chequear como está tu atleta, revisando y calculando la hidratación y nutrición, coordinando toda la logística y solucionando problemas de cualquier tipo (desde encontrar un baño hasta comprar WD-40). Mi polola (la Rayito), la capitana de mi equipo, ahora con 3 Ultraman encima, debe ser la mejor haciendo esta parte de la carrera. No sólo me conoce bien, sino que también ya tiene experiencia en cómo solucionar los problemas que se van presentando.

Además, tenía a un kayakista local que da soporte en los Mundiales de Ironman, Charles Bittenbring (Hawaii), para sortear las corrientes en el nado. También tenía en mi equipo a Linda Hayes (Reno, Nevada), que tiene mucha experiencia como competidora y como equipo de apoyo en Ironman, Ultraman, RAAM y Epic 5. Estos últimos dos estuvieron en mi equipo el año 2017 y ya son casi parte de la familia. Finalmente, el tercer día llegó a unirse como pacer, directamente desde Oahu, el Guardia Costero, Duane Zitta (es lo más parecido a un Navy Seal que he conocido). El corrió más de 50 kilómetros conmigo, como si fuese un paseo de fin de semana, inmediatamente después de haberse bajado del avión.

DÍA 3

El domingo (3er día), comencé el doble maratón destruido. Empecé a trotar a oscuras (6:00AM), chispeando, sin auto de apoyo por los primeros 5 kilómetros y solo. Pero a medida que comenzaba a avanzar, me di cuenta que podía mantener un buen ritmo (bajo 5:00 min/km, que era mi plan para los 84 Km). Me sentía adolorido pero liviano.

Se parte desde Hawi hacia Kailua. Es la misma ruta de la bicicleta del mundial de Ironman, pasando por los míticos campos de lava de Queen K, que son un infierno.

Duane Zitta, mi pacer, se unió un poco después de los 21 km. Fue un gran aporte tener a un ultra-runner conversándote y marcando el paso. Así, a medida que pasaba el tiempo con un ritmo “lento” pero constante, comencé a pasar a los otros competidores, entre ellos a Rob Gray y Petr Vabrousek. Ahí retomé mi confianza en llegar en una buena posición ese día.

Para mí, toda la carrera, todo el Ultraman, se resume a partir del kilómetro 57 del doble maratón. Ya tienes 2 días durísimos en el cuerpo y más de un maratón encima. Ese punto es el Ultraman de verdad. Algunos ahí se funden estrepitosamente y otros marcan su victoria. El dolor es muy grande y te queda mucho. Ahí tienes que aguantar el dolor y mantener el ritmo a como de lugar. Es el último desafío y el más duro. Yo lo puedo aguantar bien, por eso me gusta.

A diferencia de otros años, esta vez estaba exhausto y no me quedaban energías ni para hablar los últimos 2 kilómetros antes de la meta. Sin embargo, creo que nunca había estado tan feliz en los últimos meses. Lo dejé todo en el camino y salí adelante pese a todo lo que la Isla me tiró encima. Ese día llegué 5to a la meta. La felicidad es algo de perspectiva.

Dato curioso: la persona que ganó el doble maratón del tercer día y le ganó a muchos triatletas profesionales, se llama Miro Kregar. Un Esloveno de 56 años. Desde ese día es una inspiración para mí. La edad no es problema.

Bruno Maggio
Brainteam

Fecha de la carrera: Viernes 23, sábado 24 y domingo 25 de noviembre de 2018

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