Cuento de Triatlón III: Ascender y Trascender (por Claudio Nieto)


Después del Ironman 70.3 Pucón 2012 todos quedamos conmocionados con la muerte de Iván Paéz, triatleta argentino de 31 años, que falleció durante la etapa del ciclismo… A modo de tributo, Trichile le pidió a Claudio Nieto que nos escriba un cuento sobre la carrera… Esperamos que les guste…


Iván Paéz

Ascender y Trascender

"La única cosa seria es la pasión, no la inteligencia"
…Si me preguntasen ¿Qué te da más miedo?, contestaría que no ser capaz de buscar el cambio, de comprender que vivir es comenzar, siempre, a cada instante…

Miraba fotografías de escaladores y montañistas en filos agresivos. Estaba maravillado con la exposición y el retorno, recordaba cuando sostenido de un filo, su vida dependía de la cuerda, que atada a su compañero, eran la extensión misma de la vida.

El vuelo llegó de acuerdo a lo previsto, a lo lejos divisó a la familia de su compañero, divisó también la caja de su bicicleta, atiborrada de calcomanías de sus andanzas por el mundo buscando representaciones, a veces, no halladas. Claudio recordó que los pasados 12 meses no fueron otra cosa que buscar en el lugar equivocado, buscar sin encontrar. Al volver a mirar escaladores suspendidos de sueños y nostalgias intuía que sí había encontrado ésta vez, sí había descubierto su representación. O más bien, el re-encuentro con su destino.

Se conocieron en el Medio Ironman de Mar del Plata, ahí, batallaron con el viento, olas y un pedestrismo de comparsas, aplausos y entusiasmo de locatarios. Se conocieron porque eran del mismo grupo etario, y en el parque cerrado, sus Cabalgaduras vestidas para la ocasión, se hacían finta de que sus respectivos jinetes las llevarían a la victoria.

  • ¿Como anda tu bicicleta, Argón 18, con ruedas Zipp 1030?
  • Se llama Rocinante y sus crampones, es decir, sus ruedas montañeras, con este viento creo que me voy a desarmar… respondió Claudio.

Se rieron a carcajadas y no detuvieron la lengua hasta aquel día en que, consternado por la fotografía de montaña, Claudio lo esperaba en el aeropuerto para partir, esta vez, al Medio Ironman de Pucón.

"La única cosa seria es la pasión, no la inteligencia", de aquella afirmación fue la retórica de la conversación que abundó hasta la llegada al pueblito de sueños, donde el volcán Villarrica imparte lecciones desde las alturas al valle, lo apunta con el dedo y le reitera, de vez en cuando, que se encuentra más cerca del cielo, vecino de la trascendencia. Abraza la partida cuando emprendemos viaje y cobija los temores de quien elije su destino. También es poeta con el lago, ya que ambos son cómplices de ser inmensidades para el camino de ascender y trascender.

Los grandes de antaño, escapaban a las inmensidades para encontrarse consigo mismo y luchar estoicos, cual guerreros triatletas o amazonas esbeltas, para heredarnos los libros sagrados, la prosa perfecta, el verso pulido.

Ambos amigos disfrutaron de la dicha de la amistad, amistad al amparo de una tribu especial. Este Pucón, este certamen, tiene el peso de la historia del triatlón Chileno, carga con las distancias para ser telonera del Campeonato Mundial y su trayecto, sin lugar a dudas, enfrenta a todos a sus demonios más atroces.

Llegó el día de la competencia y nuevamente en el parque cerrado, Rocinante, hacía de las suyas al sentirse de la alcurnia con su estilo indescriptible, colores rojo y negro, agresiva posición y esta vez, como su jinete, solitaria y herida del corazón.

Ambos amigos se abrazaron al caminar al encuentro con el lago, ambos recordaron que lo más importante es la felicidad compartida, familia, esposa e hijos son nuestros testigos de la vida y que estaban ahí, cual quijotes marchando y fieles a sus sueños.

La largada fue por olas, Claudio vio desde el fondo como la categoría que lo antecedía suspiraba por los aires para alcanzar la eternidad y felicidad del vuelo fugaz, se veían como gaviotas, todas juntas, como una bandada eterna del vuelo final de Juan salvador…

Frotó sus manos varias veces, hasta sentir la cálida temperatura en sus palmas, miró al cielo y sopló lento sobre ellas. Esperando que aquella manifestación de ternura la recibiera quien siempre, hacía el mismo gesto, mirándose eternos, simples y felices antes de lanzarse al agua.

De pronto, ya estaba en el agua, resolvía la aritmética del cansancio, intentaba equilibrar las ecuaciones de la técnica y el cálculo perfecto de una integral entre el límite y el agonismo de ser triatleta. Fue como un en-sueño, tampoco logró percibir la eternidad del parque cerrado.

Sin embargo, sí percibió con toda intensidad, cuando Rocinante lo obligó a detener el pedal y la cuadratura que tenía al frente, al costado del camino. Un triatleta tendido, su binomio al costado, otro sujeto reanimándolo con maniobras académicas y el helicóptero descendiendo de las alturas para llevarse a nuestro hombre…

Claudio… conocía esa tricota, conocía esa cabalgadura, no podía creer lo que ocurría. Recordó de inmediato, su pasado montañero, su accidente en Italia, la muerte de su amigo escalando, la otra muerte de su profesor, otras muertes de amigos montañeros… tantas heridas del corazón, la mujer que amaba y extendía su palma en las competencias y esta vez, recorrería sin aplausos, ni roces lo que había que recorrer.

Después de aquello, no volvió a encontrar el ritmo, ausencia de entrenamiento cobraban su tesón, la imagen del desfallecido cuerpo en pavimento rugoso, desconcierto sobre el pedal, consciente e inconsciente debatiendo los azares de nuestra pasión.

" El fuego es amigo del hombre, y está siempre en el lugar justo, realizando el trabajo justo…"

Llegaban aforismos a su análisis, la carrera continuaba, no lograba despegar su consciente. ¿La vida sobre el abismo de la incertidumbre merecía la pena ser vivida?

Sobre una cornisa sublime, cargada de acido láctico y nostálgica adrenalina. ¿Cuál eran las técnicas y los métodos de entrenamiento del destino?

El valor que concedemos a nuestra inocencia salvaje del azar… el único dios razonable…

Llegó al parque cerrado y no pudo dejar de mirar lentamente el lugar de aposento del corcel de su compatriota Argentino. Estaba vacío, solitario. Había despegado hacia espacios más inocentes, aquella aldea de tantos deportistas y montañistas que reciben el precio eterno de partir en lo que aman, de dejar atrás esta encarnación para volar más livianos, más finos, más cómplices de sus sueños.

Tenía la mirada perdida en la pendiente de una península inocente, un horizonte de personas que se aglomeran en la subida e incluso más allá. Una sensación extraña gobernaba su aliento, no lograba ordenar ideas. Burbujas de emociones e instantes, recuerdos y la mujer que amaba no estaban ahí. La Imaginaba en giros sucesivos encontrándola y era una sorpresa que estiraba su mano para agregar perpetuidad a su complicidad de siete años. Recordaba la tricota blanca y verde esparcida en el asfalto, el helicóptero dando círculos y luego en la lejanía del esfuerzo, la inconsistencia misma de la nostalgia. Recordaba sus padres, en archipiélagos lejanos y penitentes bifurcados. Su hermana batallando con la prolongación de su legado, tomando el control de sus sonrisas.

Pasaba el tiempo y terminó por abdicar a la tristeza del cansancio, llegó su hora, porque terminaría la carrera afirmado de lo que tuviese, abrazado a sus recuerdos eternos. Y al cruzar la meta, observar su tiempo y escuchar… "Murío un triatleta argentino", su abismo terminó por sucumbir.

Caminó hacia el parque cerrado, se sentó junto a Rocinante y lloró en silencio, miró a un costado y en el lugar de su compañero vacío se despidió abrazando su traje de neopreno, contempló el entorno y volvió a frotar sus palmas para esparcir su cálido amor eterno de espera, tomó a Rocinante y recordó la prosa de Ana María Romero Yebra…

…"Tal vez, como la vida a veces nos compensa, te encuentre por el mundo de una forma adecuada, y pueda ser tu cómplice compañero…"

Por Claudio Nieto (Enero ´12)

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Emocionante relato, me dejaste sin palabras.

Uf Claudio...realmente me emociona tu relato. Es tan íntimo lo que cuentas de ese día y otros días de tu vida. Me imagino ese momento, y realmente me parece irreal. Irreal lo que pasó e irreal lo que siguió pasando ese día. Una competencia que seguía, y tenía que seguir...a pesar de todo.

conmovedor

Claudio, emocionante relato. No puedo dejar de conmoverme, ya que me tocó intentar reanimar a Iván.
Todavía recuerdo su mirada fija la cielo, luchando por vivir. Parecía que escuchaba nuestros gritos pidiéndole que resistiera.
También fui a su puesto en el parque cerrado. Ahí estaba su cartelito con su nombre, numero y categoría... su traje de agua aún desordenado y sus zapatillas esperando un trote que nunca comenzó.
Es muy duro ver a un amigo triatleta terminar así su vida. Realmente hicimos todo lo que pudimos, pero siempre voy a pensar que pudimos hacer mas, aunque una y otra vez me hayan dicho "hiciste todo lo posible".
Un abrazo!

Claudio,
Muy bonitas palabras, sin conocer a Ivan y al leer tu cuento, senti como si hubiese perdido a un amigo de siempre.

Quijote
Que bello relato y que sobrecogedor! Nos da para pensar en la vorágine de nuestros entrenamientos, que la vida siempre pende de un hilo. Hermosa manera de expresar la tristeza por la pérdida de un integrante de esta bella tribu. No dejes de escribir nunca !!!

Además de ser un gran deportista, Claudio tiene una sensibilidad extra para expresar en palabras, de una manera poética, el dolor de despedir a un amigo. Tengo la dicha de ser su amiga y de compartir una misma pasión que traspasa fronteras y nacionalidades.
Amigo... te abrazo desde la distancia.

Paula Drolas

Buena Claudio, una vez mas demostrando que ser triatleta excede por mucho el mero hecho de dar brazadas, pedales y zancadas. La tribu ha perdido a uno de los suyos y hay que tomarse el tiempo para reflexionar...

Gran narración la que haces del momento vivido Nieto... palabras que vale la pena compartir e invitan a pensar.

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