Había que intentarlo


Esta frase, con la que comienzo mi artículo en Fotos con Historia de Trichile, marca el inicio de lo que considero una hazaña realizada por mi, en octubre del año 1996. Más adelante comprenderán por que esto de una “hazaña”.

Antes que todo debo comentarles que soy profesor de educación física y que estudié en el glorioso “físico” la Universidad de Chile, a fines de la década del 70, destacando que el objetivo de relatarles esta vivencia, es demostrar, especialmente a los que comienzan a practicar triatlón, que muchas cosas en la vida se pueden lograr con esfuerzo, tesón, cariño y entusiasmo por alcanzar metas, que para algunos, como el caso mío, parecen inalcanzables.

Para avanzar en esta humilde historia que les cuento debo remontarme a enero del año 1987 cuando me desempeñaba como profesor de la escuela de fútbol de la Universidad Católica. En uno de los pasillos del Estadio Santa Rosa de Las Condes había un póster donde se invitaba a participar en un triatlón que se realizaría en marzo de ese año. Llamó mi atención este nuevo deporte combinado que empezaba con fuerza a difundirse en nuestro país. Me entusiasmé inmediatamente con participar debido a que esto de trotar, andar en bicicleta y nadar ya lo hacía por un tema de mantenerme en forma, luchando siempre contra los “kilitos” de más.

El inicio apasionado por este deporte comenzó al momento de zambullirme en las aguas de la Laguna Sausalito de Viña del Mar, en marzo de ese año. Sufrí en este debut, pero a su vez disfruté mucho el participar y poder llegar a la meta, que como algunos recordarán estaba en la Avenida Perú.

Fue tanto mi entusiasmo que muy luego empecé a entrenar de forma más regular y planificada; eso sí no exento de algunas adversidades, especialmente en el tema de natación, porque en esos tiempos en el sector sur de Santiago, lugar donde todavía vivo, no había ninguna piscina temperada. No me quedaba más que esperar el período de verano, época en que se abrían las piscinas municipales. Mis recorridos en bicicleta y los trotes eran hacia San José de Maipo y Pirque. Como pueden darse cuenta, estos paisajes hermosos y solitarios, compensaban las dificultades iniciales.

Al cabo de un tiempo me integré a la rama de triatlón de la Universidad de Chile, donde teníamos a “Carlitos” Carvajal como técnico. Dos cosas: empezaré a nombrar algunos de los veteranos del triatlón como un honor a ellos, ya que varios me brindaron su oportuno apoyo, su consejo y algunos su valiosa amistad. Ahí conocí al gran Rodrigo Bascuñan, a Roberto Guerrero, Jaime Villanueva, Mauricio Donoso, Carlos Valdivia, por nombrar algunos. Para ser franco debo decir que condiciones para el triatlón no tenía y que siempre llegaba a la meta de la mitad hacia atrás entre los participantes. Para demostrar mi tesón y entusiasmo por este deporte quiero comentarles que nunca abandoné en los casi 50 triatlones en que he participado. Y lo otro, nuevamente a luchar contra la adversidad. Creo que he sido uno de los que más kilómetros ha recorrido para ir a entrenar natación, ya que 3 veces a la semana cruzaba Santiago de sur a norte y viceversa para tirarme a la piscina escolar ubicada en avenida Santa María con Independencia. ¡Qué buenos recuerdos tengo de esa época! Cómo olvidar cuando fuimos a participar, como club, a Villarrica, Pucón, La Serena, Tongoy, Valparaíso, Viña del Mar, etc., durante varias temporadas.

No se impacienten. Ya estamos llegando a la fecha en lo que, como digo, considero fue una hazaña. Bueno algo que también lo dice mi familia. Recuerdo que luego de haber participado en un extenuante Triatlón de Pucón el año 1995 y disfrutando un rico plato de tallarines, alguien en esa mesa dijo: Hey, ¿qué les parece que vayamos un grupo al Medio Ironman de Porto Seguro en Brasil? Está claro que la propuesta prendió inmediatamente y nos embarcamos en esa aventura tres compañeros, entre los que estaba Lalo Macaya y también Carlitos. A entrenar se ha dicho, ya que el desafío era a fines de junio. Allá nos encontramos con Lalo Araya y otros valientes. Resumiendo, logramos pasar la valla de participar y llegar a la meta en un Medio Ironman. Nuevamente decir el bonito recuerdo que nos quedó gracias al triatlón, ya que aparte de conocer, junto a mi señora, el lugar del evento, conocimos y recorrimos la ciudad de Río de Janeiro durante algunos días.

Más motivado que nunca seguí entrenando y a fines de diciembre del ´95, mientras trotaba una tarde por la avenida La Florida, pensé: si pude llegar a la meta en un Medio Ironman, ¿por qué no podría llegar a la meta en un Ironman? Había que intentarlo.

A partir de ese momento el participar en esa distancia fue una fijación y mi aspiración no era estar en cualquier Ironman, sino que nada menos que en el mítico IRONMAN DE HAWAII.

De ahí en adelante, aparte de entrenar más tiempo, debí ir resolviendo una serie de situaciones como el apoyo definitivo de mi familia, los recursos económicos y como postular a estar en la línea de partida el día 26 de octubre de 1996. Tenía 10 meses por delante. Ahí recibí el apoyo de mis compañeros de club y comencé poco a poco a entrenar más, con la claridad de llegar a tener en mi cuerpo las distancias acumuladas para no claudicar durante el desarrollo de la prueba. También me asesoró en algunos pasos el conocido “Super-Ironman” Daniel Labarca. Debo reconocer que tuve suerte, porque ese año postulé a la modalidad de invitación para dos atletas por país, formula que se mantuvo un par de años más y que cambió luego al sistema de clasificación previa. En agosto de ese año me llega la aceptación para estar en Kona. ¡Hurra! Había logrado pasar la primera etapa, camino a cumplir un sueño como triatleta. Las cosas se me siguieron dando. Hubo algunas personas que me apoyaron, así como también la empresa Reebok, quienes me aportaron bastante implementación deportiva. Después me enteraría que ese año y por única vez ellos serían los sponsor oficiales del Ironman año ´96.

A partir de agosto el tiempo se pasó volando y me recorrí toda la zona sur de Santiago: Las Vizcachas, Pirque, San José de Maipo, El Toyo, Isla de Maipo, Rancagua, etc. Llegué a pedalear sin detenerme 140 kms, a trotar 30 y nadar varios kilómetros a la semana. Finalmente acumulé mucho kilometraje y sentía que estaba preparado.

Diez días antes del gran evento viajo con Labarca, quien me recomendaba como desempeñarme tanto en forma previa como durante la prueba. Disfrute mucho con la previa. Quedé impresionado con el nivel organizativo, con la cena de carbohidratos, con la expo, desfile de delegaciones y todo lo que se vive en forma previa al gran día. Y ahí estaba yo, codeándome con leyendas del triatlón: Dave Scott, Greg Welch, Scott Tinley, etc. Imagínense estimados lo que es compartir con 1.499 triatletas de todo el mundo, donde la gran mayoría son elite. 


Juan Antonio Arrasate, Daniel Labarca, Cristian Bustos, Rolando Hidalgo y al final a la derecha Guillermo Yáñez


Guillermo Yáñez con Scott Tinley

Recibimos el apoyo de Rolando Hidalgo, un chileno de gran corazón, porque recibe a todos los que llegan a Hawaii. Nos abrió las puertas de su casa para que nos quedáramos durante la estadía. Esto nunca se olvida.

Me acredito y ya tengo mi número: 651. Se acercaba la fecha. Entrenamientos suaves, recorrer la ciudad, disfrutar de cada momento y ¡Oh gran sorpresa! No para mí, sino para el gran Cristián Bustos, ya que nos encontramos en una calle. Yo sabía que Cristián estaría en ese Ironman, pero era él quien se sorprendió porque nunca creyó que el “profe”, como me decía, fuera a estar en lo que se denomina campeonato mundial de triatlón.

Estamos en el día previo y los niveles de adrenalina empiezan a aumentar en mi torrente sanguíneo. Entrego mi “chanchita”. La suerte estaba echada y esa noche poco se durmió.

A las cinco de la madrugada en pie. A marcarnos y calentar en las tibias aguas de Kona. Eramos un “cardumen humano” en el agua al comenzar lo que sería el día más largo de mi vida. Todo listo y ¡¡¡PUMMMM!!! Se da la largada con el característico cañonazo. Debido a que la organización recomienda ubicarse de acuerdo a los tiempos que uno posee en la natación, prácticamente no nos rozamos en la salida con otros participantes. Y ahí vamos, nadando al ritmo que me correspondía, lo que implicó no hacer mal tiempo en los 3.800 metros: 1 hora, 17 minutos y 54 segundos.

La primera transición se vive de manera muy rápida y en pocos minutos estoy pedaleando, camino a cubrir los 180 kilómetros. Me desempeño de forma regular, ya que el circuito es muy duro debido a tantas subidas y bajadas, además del viento que impide hacer el tiempo que me había programado. Debo decir que sufrí en la etapa de ciclismo y más encima me penalizaron con “pie a tierra” con los minutos correspondientes de castigo por aprovechar una bajada y quedar detrás de otro atleta. El juez dice que iba “chupado”. Pero bueno son las reglas del juego. Sin parar recorrí la distancia mencionada en 7 horas, 44 minutos y 30 segundos.

En la última transición aprovecho de recuperarme con los minutos de castigo. Me dan luz verde y parto a hacer el maratón, que corresponde a los 42 kilómetros con 195 metros. Muy bien en los primeros 10 kilómetros, a un ritmo constante. Sucede algo increíble, veo a Dave Scott a un kilómetro de la meta. Él estaba llegando entre aplausos y vítores, mientras yo recién comenzaba la última etapa. A partir del kilómetro 20 la prueba empieza a ponerse cuesta arriba, producto de todas las horas de ejercicio continuo que había comenzado a las 7 de la mañana. Debía tener fuerza mental para los últimos kilómetros, recordando siempre que no debía abandonar, por toda la dedicación, tiempo y entrenamiento para estar aquí. Empiezo a ver atletas caminando, algunos son retirados por razones médicas y otros trotando muy despacio. Pasado el kilómetro 30 me llega la hora de pagar el desgaste y comienzo a caminar y trotar, pero consciente de que llegaría a completar la distancia. A tres kilómetros de la meta se siente por los altoparlantes el bullicio por los que están llegando. Me siento con renovada energía al saber que a “la vuelta de la esquina” estaba la meta. A cuatro cuadras el público te saluda como si fueras el primero. Qué gran momento! Ahí está la meta y completado el maratón en 5 horas 31 minutos y 48 segundos.

¡¡¡Six, five, one from Chile!!! escucho al cruzar la meta. Mi tiempo no es para destacar ya que hice en total 14 horas, 34 minutos y 12 segundos y ocupe el lugar 1194 de 1500 triatletas. Pero la felicidad era inefable por haber completado un Ironman y especialmente el de Hawaii. Toda esta experiencia vivida ha quedado grabada para siempre en mí. Creo que por muchos factores participé en el momento preciso en esta prueba.

He aquí mi hazaña. He aquí mi historia. He aquí mi experiencia en uno de los eventos más bonitos del mundo.

Termino diciendo lo que dije al principio: que el objetivo de contar esta vivencia era demostrar, especialmente a los que comienzan a practicar triatlón, que muchas cosas en la vida se pueden lograr con esfuerzo, tesón, cariño y entusiasmo. Hace un par de temporadas que ya no participo, pero sigo ligado al deporte desde el otro lado, organizando eventos deportivos en el sector sur de Santiago (www.promodeportes.cl), yendo algunas ocasiones a nadar, a pedalear hacia el cajón y trotar de vez en cuando, convencido de que esa meta ya lejana la había cumplido con creces y no me había quedado sólo en el intento. Por cierto “había que intentarlo” y cumplí.

Guillermo Yáñez Sepúlveda
Profesor de Educación Física

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Otro dato interesante es que ese año (1996) además de Guillermo, estuvieron en Hawaii Juan Antonio Arrasate, que fue 5º en la 45-49 con 10:08, Daniel Labarca con 9:48; Sergio Retamales con 11:10 y Cristian Bustos (DNF). Mis respetos a todos ellos!!

Entretenido relato Guillermo. Felicitaciones. Solo quisiera agregar que el gran Scott Tinley (a proposito de la foto) ya en ese momento tenía 40 años y salió 33 en la general con 9:04. Recordemos que Tinley es una leyenda, ganador en Hawaii el '82 y '85.

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