Dennis Arias: Ironman Brasil 2011
… Había llegado al km 21 del trote, me quedaba la mitad de la última etapa del Ironman…. La Maratón…
Haste ese minuto había trotado a ritmo parejo, pero cuidándome bastante, ya que como se sabe, en las maratones, en las cercanías de los 30K viene el bajón tremendo. En los primeros 21K, de acuerdo a lo planificado, había parado en todos los puestos de abastecimiento a beber un poco de isotónico y un poco de bebida cola. Había caminado las subidas de Canasvieiras –para no quemar las piernas- y cada una hora ingería un gel energético. Me topé una vez más con Bea y Francisca (esposas de Chandía y Urrejola), quienes me daban ánimo e informaban al pasar del resto del equipo… “Sólo” me quedaban 21K… Me sentía bien, pero desconfiado…. Nunca había hecho ejercicio más de 6 horas continuas –ya llevaba más de 9 horas de carrera- y no sabía que podía pasar con mi cuerpo… El recorrido restante, era bastante plano… Arriesgué un poco y aumenté mi ritmo de trote…
Me crucé con mis compañeros de equipo, algunos respondían mis gritos de ánimo, otros sólo empuñaban una mano… Pero vi a todos con la meta puesta entre ceja y ceja, haciendo el esfuerzo de sus vidas… Íbamos a cumplir nuestro compromiso como equipo de llevarnos once medallas de Ironman para nuestro Club al precio que fuera…
Ya iba en los 25K, restaban 17… Me topé una vez más con Rosa María… Mi tremenda mujer… A quien ví tratando de resolver –otra vez- el eterno dilema de alentarme con toda su alma, de tomar la mejor foto posible, de controlar al máximo su propia emoción… ¡¡Y todo en el mismo instante!!
Me volvió el pinchazo en el glúteo izquierdo que me apareció en los últimos 50K del ciclismo y que me había hecho creer que la meta estaba en riesgo. Corregí mi forma de correr hasta un punto en que la molestia ya no la sentí… Me topé con Cristián Urrejola, quien iba a un ritmo parejo y con quienes nos deseamos mucha suerte para lo que nos quedaba –sería la última vez que nos toparíamos en la carrera-. Por lo entero que lo vi, me dí cuenta de que él ya tenía el Ironman en el bolsillo… Lo adelanté, seguí avanzando sin mermar el ritmo, iba dando alcance a varios corredores… Había muchos que caminaban… De pronto vi pasar a una triatleta que estaba terminando su etapa de ciclismo… En ese momento volví a agradecer al “Moño” (mi querido hermano fallecido hace algunos años en la plenitud de su vida y a quien invité a que me acompañara y protegiera en “la carrera de mi vida”) por haberme ayudado en la segura y grave caída que estuve a punto de tener, algunas horas atrás, en el km 30 del ciclismo… En ese kilómetro, me encontré con un pronunciado bache en la carretera que me hizo hacer una brusca maniobra con mi bicicleta que me desestabilizó y me hizo perder el equilibrio, sacándome de la ruta, traspasando los conos y lanzándome a la pista de los autos… En ese momento, cuando ya casi me precipitaba al suelo, no sé qué maniobra hice que me devolvió el control y pude librarme de ese inminente accidente…
Llegué a los temidos 30K del trote… Muy alerta… Traté de “escanearme” completamente para verificar cómo me sentía… Todo parecía estar más o menos bien… Me sentía con fuerza en las piernas –en realidad con la fuerza que se puede sentir después de más de 10 horas de carrera-…. La famosa “muralla” no aparecía… Voy bien pensé… Aceleré un poco más mi ritmo, pero conservadoramente… Seguí a paso firme… Eran muchos más los corredores que pasaba, que los que me pasaban… Mi ánimo estaba cada vez más firme…
Poco antes de comenzar el último giro de 10,5K divisé a Alejandro Fernández… Le dí alcance… Percibí la tremenda lucha que estaba dando por terminar esta dura etapa… Alejandro iba concentrado, con mucho dolor, pero resuelto a terminar la carrera a como diera lugar… Nos dimos fuerza mutuamente y seguí mi camino…
Llegué a la última vuelta, quedaban 10K… Me “autoescaneé” nuevamente… Me dí cuenta de que en ambas rodillas sentía un dolor agudo –el ajuste en mi forma de correr para evitar el pinchazo del glúteo me estaba pasando la cuenta-, pero me sentía con fuerza y no vislumbraba un bajón en el último tramo… En ese momento me di cuenta de que estaba muy bien entrenado y que todo lo realizado había sumado, el seguir rigurosamente lo planificado por David, Matías y Natalia, el asistir a los entrenamientos grupales, el no fallar en los entrenamientos individuales, el ganarle a las levantadas temprano, la planificación de la carrera, la alimentación, las conversaciones con los Ironman del Brainteam (Rafa, Vial, Edgardo, Bruno, Ovalle y por supuesto Matías) y hasta mi vilipendiada depilación… ¡¡Habían dado resultado!!… En ese momento entonces: ¡¡SOLTÉ LOS PERROS!!… ¡Me lancé a correr con todo lo que me quedaba, a paso firme y seguro, a menos de 4 minutos 30 segundos el km, en demanda del último obstáculo que me quedaba para llegar a ser un IRONMAN!...
Me crucé, por última vez antes del fin de la carrera, con Rosa María… Muy preparada y bien dispuesta como siempre… Me entregó la bandera chilena que habíamos traído especialmente para el final de la carrera… Recordé en ese momento los “ceacheís” que gritamos con mis compañeros de equipo en el escenario de la tallarinata, delante de todos los triatletas, la noche anterior y el que gritamos en la playa a muy pocos minutos de comenzar el Ironman… Corrí con nuestra bandera empuñada los últimos 10K…
Ya sólo quedaban 5K para terminar… Me acordé de mis amigos, de mis suegros… La idea de que iba a terminar la carrera tomaba cada vez más fuerza… El sueño estaba llegando a su fin… ¿Y el dolor de rodillas?… Siguió ahí, pero lo ignoré…
Con esta carrera les estaba enviando un tremendo grito de esperanza… Silencioso, pero con toda el alma… A mis cuatro entrañables hijos (que están entrando en la adolescencia), haciéndoles ver que la vida es posible vivirla intensamente y a plenitud, lejos de las drogas y de los excesos inútiles… Que el camino para conseguir lo que quieran, son la voluntad, la convicción, la perseverancia y la pasión…
Me acordé de mis queridos padres… Me imaginé a mi papá haciendo una y mil cosas, pero con los sentidos puestos en el celular esperando la llamada desde Brasil de Rosa María… Me imaginé a mi mamá rezando por mí en la misa de ese domingo y haciendo fuerza para que yo terminara a como diera lugar.
Faltando ya poco más de 100 metros para el final, vislumbré un pasillo de gente (de no más de un metro y medio de ancho) que avivaba a los que llegan a la meta… Apuré el tranco… Crucé ese pasillo desplegando mi arrugada pero digna bandera… La emoción la llevaba a tope… La adrenalina volvía a invadirme con fuerza… El corazón no me cabía en el pecho… Entré en la recta final, donde el público de las graderías aplaudía generosamente… Había llegado el momento… El minuto máximo… La llegada soñada… El instante de gloria íntima… Abrí mis brazos en toda su extensión… Mi espalda cubierta con mis colores patrios… En mi pecho la camiseta del Brainteam… Detrás de la meta, arriba de unos parlantes, Rosa María gritando eufórica… El cronómetro marcaba 11 horas, 15 minutos, 21 segundos… Cerré los ojos… Sentí una satisfacción infinita… ¡¡CRUCE LA META !!…
Pasado ese momento, me detuve, me encontré con David… Extraordinario Coach… Nos dimos un apretado y sentido abrazo con el que agradecí a él, y a la distancia, a Matías y a la Naty, lo que me habían ayudado a lograr… Se me cayeron lágrimas de alegría… Quería abrazar a Rosa María… Ella estaba afuera, al otro lado de la reja… David me dijo que fuera a hidratarme, a comer algo y a hacerme masajes… Me dí cuenta de que lo había mal acostumbrado a hacerle caso en todo… La instrucción del Coach, esta vez no fue cumplida… Quería atesorar esos momentos con mi mujer, con el amor de mi vida… Me fui rápidamente, retiré mi medalla y polera de finisher a la pasada… Salí del recinto a toda prisa… Busqué y busqué a Rosa María entre la muchedumbre… Hasta que la ví… Allí estaba ella… Emocionada como nadie… Feliz como ninguna… Orgullosa como la que más… Con lágrimas de alegría… Nos fundimos en un abrazo lleno de amor y emoción…. Y le susurré al oído… “Güagüi, soy un IRONMAN… ¡LO LOGRAMOS!”.
Dennis Arias T.
Dennis:
què hermoso relato, te felicito no solo por su emocionante y sentido contenido, sino por las palabras maravillosas a tu esposa..... què gran ejemplo, todos debemos dar las gracias por la hermosa familia que tenemos y que nos ha permitido desarrollar esta locura deportiva.
Un abrazo!