Juan Pablo Canevaro: “El chocolate más dulce”


Race Report Ironman Pucón 70.3 2019

La Redención de Cane - Parte 2

“Tarde o temprano la disciplina superará la inteligencia” (o el talento), Proverbio Japonés

Antes de leer este report, parte de esta historia está en “IronIquique 2012, la redención de Cane”, que pueden leer AQUÍ

En el último tiempo he escuchado un aviso en la radio: “Antes de ser lo que somos, nos lo enseñó un profesor… gracias profe por ser una inspiración” se oye decir un niño. Como muchos saben, yo nací y me crié en Iquique. Vivía frente a Cavancha. Muchas veces, pero sobre todo los fines de semana y en las mañanas veraniegas, el profesor de educación física de la media del colegio en que estaba corría de un lado para otro y eso para mí, siendo chico, era un desafío y sin quererlo se transformó en una inspiración. Así transcurrió la vida, buscando mi destino. Natación, atletismo en el colegio como corredor de medio fondo y después como marchador atlético, si, leyó bien, marchador atlético. Luego vino el triatlón y finalmente el ciclismo.

Los papás

Mi padre, iquiqueño, hijo de inmigrante italiano y de una abnegada dueña de casa, supo de trabajo siendo niño. Desde temprano fue fanático del deporte, teniendo como mejor performance un 3er lugar en 100 metros espalda en un nacional de natación. Mi madre, hija de padres separados, no pudo ver a mi abuelo en décadas. Él fanático del fútbol y el boxeo. Mi abuela… bueno, no mucho que decir. Con mi madre compartíamos 2 cosas: La lealtad y devoción por nuestros hijos, no sé si heredada o enseñada por ella, y el gusto por los chocolates. Era una pelea constante por encontrar y comerle los chocolates que mi papá le regalaba. Así fue hasta que el 22 de julio de 2015 se fue y como le conté al Negro Valdivia, comer chocolates ya no tenía el mismo sabor. Muchas veces me llamaba mi papá para decirme que ella me había dejado un regalo. Al llegar me entregaba unas cerezas al cognac (sus favoritas) que había escondido y había olvidado comerse. Sin embargo, faltaba el sabor dulce del regalo de mamá.

Ella fue testigo de mi primer triunfo como atleta escolar en 1984. Rezó y se emocionó cuando en 1986 durante el nacional adulto de atletismo, vio la moto de carabineros detenerse en la puerta del maratón y durante unos segundos de incertidumbre emergía de las sombras la figura de su hijo menor en solitario para recorrer los últimos metros y coronarse campeón de Chile adulto en los 20 km de marcha. En el 2009, junto a mi papá y mi familia, me acompaño a Pucón para verme salir 2do. Mi papá orgulloso, no sólo de mí, sino que de todos sus hijos. Inflaba el pecho cada vez que le comentaban por cualquiera de los 5. El 2008, me comentaba su asistente en la empresa, la llamó para mostrar la llegada de Hawaii. Después ella me contó que como nunca lo había visto emocionarse calladamente contemplando ese instante en que dicen: “Number 951 from Santiago, Chile, physical therapist, Juan-Pablo Canevaro. You are an Ironman”.

Pero la vida sigue, los viejos envejecen, vienen las enfermedades y cuando pensaba que con la muerte de mi hermana debía estar todo más tranquilo, vino la partida de mi mamá y a los meses una enfermedad inmisericorde como la fibrosis pulmonar fue restando cada vez más a mi papá. Fueron 3 años y con un tiempo final en que los 3 hermanos dormíamos con un ojo abierto. Noches cortas, preocupados de que pudiera llamar pidiendo ayuda. Los fines de semanas entrenaba los sábados, competía los domingos en Canadela y “rajar” a la casa para la posta de quien se quedaba con él. Para mí era un esfuerzo grande el tener 3 trabajos, llevar un departamento sólo con mis 2 hijas, hacer domicilios (como kine), entrenar y preocuparme por él. Había semanas en que dormía poco y costaba recuperarse.

Durante una hospitalización, donde esto podía terminar ahí o prolongarse un tiempo que podía ser de meses o años y aún con su cabeza buena, conversé para decirle que le agradecía todo lo que había hecho por mí junto a mi mamá. Tuve la fortuna de tener unos padres que me apoyaron en todos mis proyectos y que esperaba que estuviera orgulloso de mí, de que estaba logrando salir adelante después de todo el temporal. Con los ojos brillosos me habló haciendo un esfuerzo para decir que siempre confió en que saldría adelante, que él nunca dudó de eso. Esa fue la última conversación. El 11 de julio de 2018, en el momento de su partida pensé y susurré: “Te prometo que este año ganó Pucón papá”.

Ya sin él, sin la presión de correr a verlo me concentré en el ciclismo. Junto a mis compañeros de equipo del Team Macul, Jorge Ovalle (capitán), Gerardo Bravo y Rogelio Salcedo, teníamos tarea domingo a domingo para que Jorge lograra finalmente un 2do lugar en la clasificación general. Aprendí de humildad, que cuando hay otro que embala, hay que darlo todo para que llegue bien posicionado. De responsabilidad, porque como buen escalador, eran otros los que hacían la pega dura en el llano y en la subida había que responder a sus esfuerzos. Compromiso, lealtad, compañerismo y respeto a los rivales. Sin quererlo ni pretenderlo me transformé en un animador del circuito, logrando un 4to lugar en la vuelta laboral en noviembre y un 10° lugar en la general del circuito. Con esto y con 8 kilos menos también llegaba en muy buenas condiciones a Pucón.

Ironman 70.3 Pucón 2019

Habiendo participado 13 veces ya, más una participación el 2003 dentro del equipo médico y luego como juez el 2017 preparé mi viaje con el clásico estrés de llevar todo lo que hay que llevar.

Viajamos el jueves con mi pupilo Roberto de Angelis, el mejor nadador de la 40-44, y su familia, quedándome solo en la Hostería Ecóle, a 3 cuadras de la partida. Sólo uno no sufre ese estrés de lo que quieren hacer otros y, por lo tanto, el viernes en la tarde dormí una siesta eterna para descansar. Sábado entrega de bicicleta y bolsas. Luego no dejaba de mirar el tiempo en las páginas para saber cómo estaría el viento. Según estas no habría “nada” del otro mundo, “así que démosle con la lenticular”.

Domingo levantarse, desayuno y al parque cerrado. Miraba las copas de los árboles y veía como se movían en dirección al lago y las banderas flameaban dando a entender que “hoy no sería un día fácil”.

A las 7.30 fuera del parque y a esperar una larga hora. Como nunca antes, decidí no meterme a calentar en el agua para no enfriarme en la espera. 8 am y largan los 40-44. Luego los mayores, 35-39, las damas y llegamos al minuto de la verdad. Me quedo con mi gran amigo Ariel “Fiera” Magendzo en 2da fila, hasta que nos dan la salida. Dejé que empiece a nadar y me voy a sus pies sintiéndome muy cómodo. Todo bien hasta que nos encontramos con las mujeres rezagadas y como de costumbre, Ariel se me pierde y con eso la posibilidad de salir en un buen tiempo. Me tiré a la 2da parte de la natación. A estas alturas iba con hombres y mujeres, por lo que era un constate zigzaguear para poder pasar. Salida del agua y mi reloj marca 31.30, 30 segundos menos de lo planeado. T2, como de costumbre lento y a la bici.

De salida ya por el aeropuerto pasaba y pasaba competidores. Todo el rato gritando que mantuvieran la derecha, algunos defintivamente sin ninguna actitud de despegarse e irse solo. Poco antes de terminar el aeropuerto, pillo a Ariel y lo paso. Me voy pensando que lo más probable es que vaya primero. Tomé el camino internacional, hoyo y la rueda delantera empieza a tocar la horquilla. Paré al finalizar la subida y arreglo la rueda. Ariel me vuelve a pasar por un rato. Esta vez veía como se mantenía a unos 20 metros y no lo podía largar. Pasaban algunos, muy pocos, pero categorías jóvenes. Curarrehue, un pack que me pasó y mantuve la velocidad para llegar todos juntos al giro. Tomé un Gatorade, lo echo dentro del aerodrink y empiezo a sentir la bondad de ir con lenticular. Paso por Curarrehue, del pack queda un TeamBustos que pasaba y se quedaba. Todo el rato con la misma dinámica. Al llegar a la bajada tomé un tubo de aminoácidos y acá cometí el primer error: decidí no comer ningún gel y tampoco tomar el antinflamatorio. Llegué a T2 y cuando entré aparece Ariel. Nos sentamos juntos, conversamos, se va y cuando me pongo el cinturón con el número, plop! me quedaba enorme porque desde el Pucón 2018 había bajado 8 kilos! Y me olvidé revisarlo.

Partí con rumbo a la península tratando de no volverme loco. Antes de la bajada larga me crucé con Fernando Heredia que me saluda sorprendido por lo flaco como “quiltro” que estaba. Ya había pasado a mi gran amigo Ariel. Pero no sabía si había alguien más adelante que hubiese pasado sin notarlo. Cuando iba rumbo a la 2da vuelta vi a la altura de Caupolicán con Urrutia a Rodrigo Gras. Marqué el punto y me concentré en que no me descuente. Al llegar al fondo de la península y girar en el control chip, pasé al baño y empecé a sentir la falta de fondo. Me dolían las piernas y sentía sueño: “porque mierda no me tomé un gel con cafeína?… como cresta no traje el Feldene? #%#&#”. Saliendo de la península, la Coty Donoso me grita: “Cane vai primero lejos”. Empecé a pensar que el sueño estaba cerca. Al pasar de vuelta por Urrutia con Caupolicán veo que Gras viene donde mismo. Sólo un desastre haría que me pille. Traté de mantener un ritmo uniforme, pero las puntadas en los cuadriceps eran insoportables. Giré al fondo y al terminar la subida larga adelanté a Folo que saludo y sigo rumbo a la meta. Al salir la Coty no me ve y no tengo referencia de nadie hasta que al girar en Colo-Colo y correr unos 120 metros, que viene Mauricio Roura. “Arranca Weón”!!! me digo y levanté el ritmo. Llegué a Caupolican con Urrutia y vi a Gras. Mantuve el ritmo. Llegué a Holzaphel, doblé y entré a meta con otros 2 corredores de otras categorías que habían largado antes. Los dejo irse para llegar solo y apreté en los metros finales. Pasé meta y esperé que llegue Roura. Pasan 39” y me quedé tranquilo. Ingresé al after race. Masaje, comida y esperar a los pupilos. Estoy en eso cuando Gonza Tisi me saluda y me dice que gané la categoría. Que su señora lo había visto en la aplicación. Empecé a buscar algún medio donde confirmar. Los pupilos llegaban y nos sentamos en una mesa cuando apareció un competidor con teléfono: “me lo puedes prestar?” Vino la confirmación, por 29 segundos había ganado a un argentino y 40 me separaron de Mauricio Roura que salió 3ero.

Me contuve, pero entre los abrazos se caían igual las lágrimas. Por fin pensaba. Quería irme rápido al hotel. Quería contarles a mis hermanos, porque ellos asumirían el rol de los papás de saber cómo me había ido. Al llegar a mi pieza, en la soledad de la gloria, desate la emoción contenida. Muchos amigos me hablaron felicitándome. Otros emocionados porque 1 año atrás pensaba que no podría volver a correr por mí lesión en la rodilla derecha.

Tras 14 intentos, por fin le daba la vuelta al destino. Cumplía mi sueño y la promesa a mi papá, que seguro estaba conmigo ese día.

El 2011 participé, como lo hago desde el 2004, en el duatlón que tuvo que realizarse debido al temporal de lluvia y granizo que cayó ese domingo 16 de enero. Era el presagio de lo que venía. Han sido largos 8 años. Con muchos dolores y también de alegrías, y que 364 días antes había participado arrastrándome de dolor durante la carrera a pie y veía que participar en Pucón definitivamente sería imposible.

Por la tarde junto a toda la barra: Donoso (Mauro y Coty), Lalo y sus girls, De Angelis y Araneda family’s, Juan Carlos Mera y algunos extras estuvimos en la premiación e inscripción a Niza que a esta altura era la guinda de la torta.

Al bajar de la tarima caminé donde mis amigos, saque de mi bolsillo unas cerezas al cognac que tanto le gustaban a mi mamá, me las eché a la boca y tras tanto tiempo pude sentir el sabor que hace tiempo no sentía: Pucón 2019 logró darme ese sabor, el del “El Chocolate más dulce”.

Un abrazo a todos

Nos vemos en Niza

Juan Pablo Canevaro Jaramillo

Cane

Fecha de la carrera: Domingo 13 de enero de 2019

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Querido amigo, emocionante tu relato!!. Felicitaciones!!! eres un grande CANE. Un abrazo!

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