José Luis Navarro: “Mantener la capacidad de emocionarse”


Race Report IM 70.3 Pucón 2019

Hace 8 años desperté y, quizás con la idea de mejorar mi salud y bajar de peso, me subí a una trotadora. La preocupación vino cuando duré sólo 5 minutos y tuve que detenerme por cansancio. Decidí tomar en serio la situación y, de a poco, comencé a resistir un poco más. Y claro, apareció la primera lesión, lo que me llevó a probar con la bici y empezar a disfrutar del viento en la cara, de la naturaleza y la velocidad. Más grande aún mi sorpresa cuando gracias a Rocío, mi esposa, que es nadadora, aparecí en la mitad de una piscina intentando hacer algo más que flotar. Con el tiempo se me empezó a pasar por la cabeza, un poco en broma, “¿y si hago algún día un triatlón?”. Fueron años de indecisión hasta que debuté el 2017 en Rapel.

El camino a Pucón no fue fácil. Estuve la mitad del 2018 “parado” por una insidiosa lesión en la rodilla. Rehabilitándome de a poco, con la ayuda de varios, pude preparar el gran desafío en escasos 5 meses.

La ansiedad y los nervios (a veces útiles y a veces no) empezaron en serio más menos 4 semanas antes de la carrera, y hay momentos en los que dices “solo quiero que llegue el día”, y otros momentos en que dices “¿quién me mandó a meterme en esto?”. De todas maneras me llevé en la maleta mucha alegría, mucho apoyo de mis cercanos y varios consejos de quienes ya habían corrido Pucón.

Difícil describir las sensaciones y cosas que se me pasaron por la cabeza al momento de encajonarme para esperar la largada. Sólo podría decir que estaba tremendamente nervioso, quizás más que para cualquier examen decisivo de la Universidad… hasta que dan la partida! Mirando hacia atrás, creo que al menos durante la natación entré en una especie de trance, ya que es muy poco lo que recuerdo de esa etapa, y me cuesta describir la experiencia en el agua cada vez que me preguntan por ella. De todas formas, hice el tiempo que tenía estimado y salí en muy buenas condiciones físicas del agua… pero, por algún motivo, me “volé” en T1 y gasté varios minutos innecesarios en ella.

Jamás imaginé que podía ser tan pesado y agotador (física y mentalmente) ese falso plano del que todo el mundo hablaba. Sumémosle el viento. Para sobrellevar esto me sirvió de mucho el consejo de otro corredor que me pasó: “métele cadencia”, y de un lugareño: “dale cabro que se acaba el falso plano”. Agarré ánimo y fuerza, y grande y emocionante fue la sorpresa de ver a la gente de Curarrehue y alrededores en la calle, vitoreando, con banderas de Chile, y tan contentos como si fueran tus amigos o familiares. La vuelta fue relativamente rápida, sin contratiempos, pero con esa ansiedad de correr y con la pregunta en mente: “¿Qué tan terrible va a ser la península?”.

Llegó la T2, más rápida y yo más enfocado. Salí con paso regulado a correr y empecé a escuchar los primeros gritos de ánimo de mi familia y de gente que (les pido las disculpas)no alcancé a identificar. Mientras subía la península me sentí bastante cómodo, y sentí que los sufridos entrenamientos en el San Cristóbal habían valido la pena. Las piernas me estaban respondiendo mejor de lo que pensaba, mientras me daba el tiempo también de disfrutar del entorno natural. Me llené de optimismo cuando me di cuenta que iba bastante más rápido de lo presupuestado, sin embargo en la tercera vuelta empecé a sentir molestias en la rodilla, lo que me hizo enlentecer el paso y caminar en algunas oportunidades. Enormemente útil fue el apoyo de toda la gente desconocida que me alentaba en la península, de los niños que “chocan esos cinco”, y cómo olvidar algunos carteles: “voh dale no más”, “piensa en las chelas que te esperan”, “el dolor es temporal pero la victoria eterna”.

Última vuelta por la ciudad y repentinamente, a 1 km de la meta, se me apretó la garganta y empecé a recordar todo el camino recorrido: dejar el sedentarismo, el inicio de mi vida deportiva, el esfuerzo, la perseverancia, la superación de las lesiones, el apoyo incondicional de mis cercanos, la dedicación y compromiso de mis rehabilitadores y entrenadores, el haber cumplido con este sueño… Escuché a Maida, mi cuñada: “dale Jose, lo hiciste bakaaan”. Pisé la alfombra negra con el símbolo de Ironman, se me llenaron los ojos de emoción, logré la meta, y recibí el abrazo fuerte de Rocío, tan emocionada como yo.

Este es el breve reporte del desafío más grande de mi vida, ya que no sólo se trata de poner a prueba el corazón, pulmones, músculos y mente, sino que también se trata de mantener la capacidad de emocionarse al cumplir con los sueños que uno tiene, de asombrarse y disfrutar de la naturaleza, y de agradecer tanto apoyo y cariño de la gente que está incondicionalmente a tu lado.

por José Luis Navarro

Fecha de la carrera: Domingo 13 de enero de 2019

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