Cato Riesco: “Tres campanazos por mis tres hijos”


Race Report Patagonman 2018

La historia empieza un poco así: En enero de 2018 vi en algún chat la noticia que se haría un Ironman en la Patagonia que era idéntico al Norseman… Cuestión de locos pensé.

A los días un compañero de colegio, Ignacio Miranda, con el cual había entrenado y corrido el Ironman 140.6 de Panama City el 2013 (y que es medio loco) me dijo que nos inscribiéramos.

Empecé con esto del triatlón por ahí el 2006 y como muchos me agarró el bichito y después de un par de Pucones me animé con mi primer IM. Así fue que corrí en Floripa, Cozumel un par de veces, Panama City, Australia, etc. Me acerqué a Kona en Panama City, pero ese año la lista no corrió, pero estuve muy cerca. Tuve que postergar el sueño, ya vendrá el momento pensaba. 

Hace un año y medio por una serie de eventos en mi vida me había retirado del triatlón, la posibilidad de poder retomarlo era remota, pero cuando apareció esto del Patagonman, algo pasó: Yo puedo y me animé a inscribirme, acto seguido se inscribió el loquito del Nacho.

Logré completar el entrenamiento no sin dificultad. Entre exigencias de trabajo, viajes y familia poco tiempo me quedaba, pero si llegaba incluso a las 23 horas a mi casa me subía al rodillo. Siempre apoyado por mi coach Gabriel Iriondo. Siendo honesto los volúmenes fueron bastante mas bajos que en la preparación de los Ironmans (30% menos), pero me sentía bien en las tres disciplinas. El músculo tiene memoria me consoloba al ver que se acercaban los meses y no era capaz de llegar a las horas/volúmenes que hacía en años anteriores. Pero bueno, fueron entrenamientos más cortos, pero con mayor intensidad. Preparé firme la carrera en cerca de 10 semanas con mucho indoor y nula salida al cerro (me pasaría la cuenta sin duda).


Con Peque Herrera

En ese intertanto hablé con mi partner de trote de hace mas de 12 años, Peque Herrera, para que fuese mi "support" (que es obligatorio, después lo entendería) que sin ningún problema se animó de inmediato (otro loco rematado que corre tres maratones o más al año).

Todo listo y dispuesto, el familión abordo y partimos a la aventura el miércoles 5 de diciembre a Coyhaique.

Llegó el día de la carrera, como tuve la oportunidad de llegar a Coihayque varios días antes de la carrera aproveché de pasear y mirar el circuito de ciclismo, Puerto Chacabuco, etc.

En qué cresta me metí!!! le dije a mi señora.

Agua gélida, los marinos me contaban que las corrientes eran para todos lados. El ciclismo todo en subida, pavimento tipo chiste Panamericana de Condorito, pero el paisaje y la belleza del camino algo indescriptible: Sólo tengo que terminar me decía, vamos Cato tu puedes me decía el ángel bueno, la vas a sufrir el ángel malo. Gano el bueno jajaja.

Sábado 8 diciembre

A las 15:30 tenía que ir a dejar la bici y la charla técnica, ambiente total, me cansé de contar nacionalidades, todos muy animados, estaban los numero uno del mundo, los que habían corrido el Norseman u otros Xtreme de Suiza, Alaska o Canada. Es necesario ir a la charla técnica, porque ahí aclaramos muchas dudas respecto a los puntos de contacto con el support, de esto dependía la logística de cómo distribuir la alimentación durante la carrera (que la administra cada uno). En estas carreras Xtreme no te llenan de barritas, hidratación y comida como en los IM regulares, sino que va al origen del tri, en donde la alimentación depende más de ti con tu support más que te lo den todo “facilito", es una carrera Xtreme de tomo y lomo. 

Explicaron que había plan A para la natación, pero que si la corriente se ponía muy mala había plan B (que sería el que finalmente pasó), había un plan C, pero ni siquiera lo mencionaron porque eso ya es cuando la corriente es tal que… mejor ni pensarlo.

Explicaron que sólo te dan hidratación en km 45, 90, 135 y 180 del ciclismo. En el trote en km 10, 20, 30 y meta. Lo demás es estrategia y plan con tu support. Al support lo mueven en unas Vans al km 45 del ciclismo, km 135 y 180. En el trote sólo lo vuelves a ver en el km 30, a partir de ese kilómetro puede acompañarte (luego entendería porque).

Todo muy bien explicado en la charla técnica.

Domingo 9 de diciembre

Traté de dormir algo, pues la levantada era 1 am, ya que los buses a Puerto Chacabuco salían de Coihayque a las 2 am de la plaza. 

Subí al bus con mi support, el viaje a Puerto Chacabuco de noche fue brígido. Todos estaban silencioso, todos ojos cerrados pero despiertos, no volaba mosca.

Llegamos a Puerto Chacabuco a ver nuestras bicis en la T1 (que se entregaron el sábado 8), ver presión de neumáticos, instalar geles, caramayolas, etc. El silencio seguía, hacía frio y estaba oscuro y al fondo de esta escena la barcaza iluminada que se veía como un castillo flotante se imponía con miedo y respeto.

A las 4:00 am lo inevitable, empezaron a llamar para embarcarse, rápidamente ponerse traje, gorra, guantes y calcetas de neopreno (que pucha ayudarían), más una luz azul en la espalda de cada triatleta que se amarraba al cierre del traje por seguridad.

Me despidí de mi support, recé y me emocioné mucho cuando puse un pie en la barcaza (habiendo pasado el test de que llevaba todo conmigo incluyendo lucecita). Miré a mi izquierda y quien me da el brazo para no resbalarme en la rampla de la barcaza no es otro que Cristian Bustos, sencillamente lo abracé, “dale” me dijo, “todo va salir bien”.

La barcaza zarpó y el ambiente adentro se fue relajando. Ahí me encontré con los demás FR y nos pusimos a mirar el fiordo (que es mar, pero el agua es dulce), la corriente para todos lados. Ahí nos informan que sería el plan B para la natación.

A las 5:30 am empezó a amanecer y a bajar la rampla de la barcaza, al fondo el punto brillante (que era un barco) que marcaba el giro (2.000 metros aproximadamente). Te tiran agua con mangueras para que te vayas “aclimatando”. Me acerqué al borde, 3 metros de altura y el agua oscura. Salté y al llegar al agua miré la superficie desde abajo y salí eyectado al pegar un fuerte pataleo con una brazada. El agua estaba fría, pero el traje y gorra cumplen su función. El salto fue lo mejor y me anime mucho que pese a la corriente podía soportar el frío. Dieron la largada y partí muy bien.

La natación fue siempre contra corriente, pero me sentía bien y sólo sentía mi respiración, fijándome siempre en el punto luminoso, porque todavía estaba oscuro. También me fijaba que mis brazos entraran bien al agua y que mis piernas patearan algo, aunque fue una constante batalla contra la corriente. El giro ok, que era la cadena del buque, siguiente punto era Puerto Chacabuco y la corriente se puso peor, así que mayor frecuencia de braceo, más pateo y finalmente llegué. Miré mi reloj y pensé, muy bien.

Con la gorra y la hiperventilación no se escuchaban los gritos de la gente, sólo atiné a sacármela y partir a buscar mi bici, encontrarme con mi support, montar y partir.

Hacía frío, así que fue buena elección ponerse las manguitas (que generalmente odio usar). Primeros 45 a mango, aunque siempre en falsos planos con bajadas que había que aprovechar. Muy bien.

En el km 45 hice contacto con Peque y le dije todo bien, cambié caramayolas, repuse geles y seguí dirección Coyhaique. De ahí en adelante la cosa se empezó a poner más dura. Sólo subida con altas pendientes, ya llegando a Coyhaique, por el km 83-85 de la carrera empecé a sentir la dureza de las pendientes. Ahí me encontré con mi señora, mis niñitas y Carola, que tenían un lienzo de apoyo, pasé como avión, pero feliz.

A partir de ahí la cosa se puso peor, más pendientes, más viento y llegando al km 135 ya sentía mis piernas con dolor. Hice contacto con mi support y le pregunté: Cuándo baja esta cuestión? Me dijo “dale 15 km más y ya baja”. Lo que no sabía él, es que después de esos 15 km eran planos o con pendiente en bajada, pero con un viento en contra que no te dejaban avanzar, a ratos daban ganas de bajarse de la bici y caminar por lo fuerte del viento.

En el km 165 aproximadamente  llegué finalmente a la Cuesta el Diablo, que es como la bajada de Farellones, pero con curvas más amplias. Llegué a velocidades cercanas a los 80 kms x hora. Gocé como cabro chico, aunque sería transitorio.

En la T2 le pasé mi bici al Peque, estaba mi señora y barra portátil. Me hidraté, comí y partí. Ahí se venía lo más increíble: Una pared de cerro, así hasta el km 25, pero con parajes espectaculares, metido entre Cerro Castillo y el lago General Carrera. El dolor de piernas y pinchazo en la rodilla derecha daban lo mismo, hay que llegar hay que llegar pensaba. Cerca del km 30 me encuentré con mi partner y support y le dije: Estoy destruido partner, ayúdame para llegar, pero no me pidas que hable porque me duelen hasta las orejas, así que a puro monosílabo, se mató de la risa y me dijo, vamos huevón que sólo quedan como 15 km. Me contaba chistes, me cantó, me daba agua de a ratos, formidable.

Últimos 3 km y vimos los álamos de Puerto Ibañez y se me alegró el corazón. Un carabinero nos dijo: "Corran fuerte cabros que sólo quedan 500 metros”, así que esos metros le pusimos como si fuéramos keniatas. Se nos sumaron mi señora y niñitas y finalmente la meta donde estaba la campana, y le di duro tres campanazos por mis tres hijos, al final más de 15 horas de anécdotas que serán imborrables.  Eres un Patagonman, me decían. 

Quiero terminar agradeciendo a mi señora, a mi familia, a Peque Herrera mi support, Carola, Tío Jorge, Rose, a toda mi familia por apoyarme más de 15 horas y siempre. A Fullrunners, a mi coach Gabriel Iriondo, a la organización de Patagonman Xtreme, en especial a Ignacio Valdivieso por todo, tremenda organización y carrera. Gracias a Trichile, Folo por la buena onda. 

Sera hasta la próxima.

Cato Riesco
Fullrunners

Fecha de la carrera: Domingo 9 de diciembre de 2018

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