Gavin Lacey: “Mi debut en un Triatlón Extremo”


Race Report Patagonman 2018

Toda mi vida he sido deportista, principalmente jugando rugby, deporte que me enseñó muchísimo y me formó como deportista. El año 2009, cuando tenía 19 años por un sobre entrenamiento y mal manejo de cargas terminé con ambas rodillas operadas.

Luego de eso, todo fue cuesta abajo. Cada vez que intentaba retomar me lesionaba. Fue el año 2016 después de diversos tratamientos que logré entrenar un año completo sin lesiones.

El año 2017 fui a apoyar a uno de mis hermanos en el Ironman 70.3 de Pucón, fue ahí cuando decidí hacer un cambio y me uní a la familia del Team Bustos. Luego de un tiempo entrenando con las altas cargas que exige esta disciplina, nuevamente tuve que enfrentar lesiones. No las mismas, sino algunas nuevas que nunca había notado jugando rugby (Rotura del labrum femoral derecho, entesitis bilateral isquiotibial, bursitis y una hernia L5 y S1).

Es acá donde mi entrenador Eduardo (Lalo) Araya, a quien siempre le estaré agradecido por su apoyo y dedicación, me dice que daríamos la pelea. Así es como comencé un largo tratamiento de kinesiología junto a MedPro, Hernán Plaza y su equipo. Después de unos meses debuté en Rapel 2017 y luego participé en Pucón 2018.

Después de Pucón comenzamos la preparación para el Patagonman Xtri 2018, no fue tarea fácil, pero logramos llegar al evento sin mayores molestias, pero lamentablemente con unos kilos de más.

La carrera comenzaba en la madrugada por lo que todos los competidores debíamos salir desde Coyhaique hacia Puerto Chacabuco entre 1:30 y 2:00 AM. Una vez en Puerto Chacabuco nos pusimos los trajes para el agua, ajustamos los últimos detalles con nuestro soporte (persona encargada de darnos apoyo, y la única autorizada para pasarnos alimento, líquido y cubrir necesidades de la carrera) y a las 4:30 comenzamos a subir al ferry que nos llevaría al punto de inicio de la carrera dentro del fiordo. A las 5:30 nos preparábamos para saltar desde 3 metros de altura hacia aguas oscuras y con poca visibilidad para nadar los 3.8 km, las caras de los participantes lo decían todo… miedo, nerviosismo, ansiedad y adrenalina, pero al mismo tiempo una sensación inexplicable sabiendo que el momento que estábamos viviendo era único y especial.

Una vez en el agua era difícil saber la dirección exacta donde debíamos ir, nuestro parámetro era una luz a distancia que se escondía a ratos entre la corriente y el suave oleaje. La mejor opción era seguir al de adelante esperando que fuera en línea recta. En ese momento, empecé a sentir las primeras molestias en la cadera y sólo esperaba poder resistir hasta el final.

Saliendo del agua tenía una sensación de superación del primer obstáculo y al mismo tiempo se sentía el apoyo de nuestros soportes y familiares que nos acompañaban. Nos cambiamos rápidamente para iniciar el circuito de 180 km de ciclismo. Los paisajes eran de película y era muy difícil no mirar hacia el lado y admirar el lugar donde estábamos. Llegando a Coyhaique comenzaba el primer desafío de este tramo, una subida interminable, pero con una recompensa en la ciudad, los locales tomándose el tiempo para apoyar a los competidores.

Luego comenzaba el camino hacia Balmaceda, en donde en más de una oportunidad tuvimos que esquivar a perros callejeros y hoyos en el camino. Cabe mencionar que el tránsito de vehículos estaba permitido salvo en un corto tramo, por lo que era otra variable que debíamos manejar. A estas alturas la cadera ya estaba molestando bastante, incomodando la postura en algunos minutos. Finalmente iniciamos el ascenso hacia Cerro Castillo en donde el viento en contra y las subidas, a más de un competidor, nos hicieron pensar en el retiro, era como pedalear en una bicicleta estática!!

Llegando a Villa Castillo nos esperaban nuestros soportes para realizar el último cambio de ropa, comida y la preparación para el maratón, esos últimos 42 km de trote que aún debíamos sortear. Este momento era vital para recuperar energías y ganas para lo que quedaba de la competencia, ya que una vez que partiéramos no había vuelta atrás. En lo único que pensaba era que ojalá las molestias no se presentaran nuevamente.

En el primer kilómetro del trote todo parecía bien y sin mayor dificultad, pero pronto aparecieron senderos donde las subidas eran interminables y a momentos había que avanzar caminando. Lo mejor de todo era la vista de paisajes espectaculares con lagunas preciosas y algunos esteros que debimos cruzar, esto hacia más llevadero el recorrido. Después de varios kilómetros en el cuerpo comenzaron los dolores articulares, pies, cadera, rodillas, etc. Pero fue la buena onda entre los competidores lo que te hacía seguir adelante.

En el kilómetro 30 nos encontramos con nuestros queridos soportes (en mi caso mi hermano Daryll) quienes nos ayudaron mentalmente para terminar la carrera. El mío me sacó trote, lo que me permitió adelantar a varios en los últimos kilómetros, eso sí no pudimos resistirnos a una parada obligatoria dentro del circuito de trote, una selfie en la imponente caída de agua del río Ibañez.

Finalmente, en la meta me esperaba mi mujer que me apañó desde el principio en esta travesía, mi familia, esa preciada medalla y la sensación de meta lograda al completar una carrera extrema que recordaremos el resto de nuestras vidas.

Gavin Lacey
Team Bustos

Fecha de la carrera: Domingo 9 de diciembre de 2018

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