John Medina: “Un triatlón extremo en la puerta de mi casa”


Race Report Patagonman 2018

El año 2008 corrí mi primer ironman 70.3 en Pucón y el 2013 fue el último. Durante todo este tiempo me mantuve corriendo maratones y algunas carreras de trail, pero el año pasado -por una serie de casualidades- me enteré que se haría un triatlón distancia ironman en la región de Aysén, lugar en donde yo vivo, pero con un formato extremo, tal cual era Norseman, una carrera que yo siempre admiré por su belleza natural, su simplicidad, sin mucha fiesta, como la franquicia ironman, y además de su dureza.

Esta oportunidad de correr en mi casa y con mi gente no la podía dejar pasar. Fue un año en donde, desde abril, mi vida se transformó en entrenar, comer y trabajar; sin embargo, en septiembre tuve un bajón físico y emocional, en donde estuve a punto de bajarme de la carrera, pero a mitad de octubre llegó a Puerto Aysén el primer atleta internacional, Pablo Agüero de Argentina, el que se transformaría en compañero de entrenamientos, amigo y consejero de varios de nosotros que corríamos por primera vez una distancia full ironman.

Acá en Aysén tenemos una naturaleza muy bonita, pero también muy cruda, muy cambiante, y el factor climatológico es protagonista, por lo que entrenamos en las peores condiciones posibles: lluvia, viento, temperaturas del fiordo bajo los ocho grados y algunas corrientes. Durante el invierno corrí con escarcha, nieve y temperaturas bajo cero muchas veces. Lo que no te mata te fortalece dice el dicho y creo que en esta ocasión así fue.

Los días previos a la carrera se notaba el ambiente, llegaron los corredores y el clima estaba muy favorable, por lo que se pensaba que no sería tan dura.

Llegó el día de la carrera. 2 AM a levantarse, tomé desayuno y a Puerto Chacabuco. Al llegar vi el fuerte viento y las olas, lo que me llenó de temor, pero ya no se podía echar pie atrás. Acomodé la bici, me puse el traje y todos los demás accesorios. Las fotos de rigor y a subirse al ferry. Era un sentimiento de nervios, ansias, felicidad y muchas cosas más. Arriba del ferry nos avisaron que se ocupará el plan B en la natación, no sé si por las corrientes o por las olas. El ferry se detuvo, vi que había menos olas y se abrió la puerta para saltar, había llegado la hora y teníamos que comenzar este largo viaje.

Pensé que sería más difícil, pero mi cabeza estaba tan concentrada, lo había visualizado tantas veces que hasta se me hizo familiar, ya que en Bahía Acantilado -que es una parte del fiordo donde entrenábamos- hay un muelle del cual saltábamos.

Ya en el agua realicé algunos bombeos. Vi el barco, el cual se veía muy lejos y dan la salida. A nadar con tranquilidad, si total era lo que venía haciendo desde hace más de 2 meses, además que la temperatura del agua era muy agradable a lo que estábamos acostumbrados. Sin darme cuenta ya estaba girando al barco. A seguir nadando hasta la salida. Se sentía la corriente, pero tampoco era tanto.

Al salir del agua me siento en casa, mucha gente de Puerto Chacabuco y de Puerto Aysén me gritaba “vamos profe”, ya que soy profesor de educación física del liceo San José de Puerto Aysén, y a muchos les he hecho clases o han sido apoderados. Vi el tiempo, 1 hora y 15 minutos, iba perfecto mi plan.

La T1 debía ser tranquila y sin olvidar ningún detalle, ya que esto no es un ironman. En la bici seguía el apoyo de la gente y nos dirigimos hacia Coyhaique, con viento a favor y circuito plano. Había que mantener la calma y no pasarse de revoluciones, ya que así la cosa se pone más difícil. A partir del km 50 aproximadamente, las subidas las hago sin problemas, ya que vivir y entrenar en la zona me dio la ventaja de dosificar las energías. La pasada por Coyhaique fue bonita, ya que igual hay gente apoyando, y de ahí era subir y subir, de a poco, pero siempre subiendo. Al llegar al cruce hacia Cerro Castillo había unos kilómetros planos y de ahí empezaron las trepadas. Mi cabeza iba muy conectada con el entorno y la naturaleza y sabía que la paciencia era clave. Se debía subir hasta la laguna Chiguay y de ahí ya no era tan duro el circuito. En el km 135 estaba mi familia, que es mi soporte, y también los soportes de muchos amigos, por lo que era una parte muy entretenida de la carrera. Cargué comida, líquidos, me abrigué un poco para la bajada, pasé al baño y a seguir.

En esta parte del circuito los vientos pegaban desde cualquier lado, pero en este día en especial eran de frente, lo que hacía avanzar muy lento y con harto desgaste, pero había que tener paciencia. Al llegar al Portezuelo comenzaron las bajadas, las que permitieron recuperar piernas para pensar en que sólo quedaban 42 km de trote.

Al llegar a Cerro Castillo nuevamente estaba mi esposa Yasna, mi hija Martina y Kari, mi hija mayor que estudia fuera de la región y viajó a la carrera. Chris Stirling, atleta inglés ganador de Celtman 2017, Canadaman y otras carreras, que pinchó 2 veces y se quedó sin repuestos, por lo que tuvo que abandonar y también se transformó en un gran apoyo.

El trote era la prueba que más domino, por lo que salí tranquilo a buscar remontar lugares. Al llegar a la parte de cerro me tomé con calma la carrera y caminé en las subidas, hasta que rápidamente llegamos al camino de ripio. Ahí empecé a correr más rápido, pero le pegué a una piedra y me caí, lo que me provocó unas peladuras en ambas rodillas y en los codos. Esto fue por el km 8 aproximadamente.

En el puesto de abastecimiento me lavé un poco las heridas y continué, aunque a ritmo más lento, caminando en las subidas y corriendo en bajadas y planos. Al llegar al km 20 cargué líquidos y me tomé 2 vasos de Coca Cola. De ahí empecé a sentirme cómodo, mantuve las zancadas cortas, pero aumenté la frecuencia. Además, sabía que en el km 30 me encontraría con la familia y correría con Chris.

Continúo pasando corredores y disfrutando del entorno. Tuve una extraña sensación de bienestar, plenitud y concentración. Ningún calambre, nada de dolor, todo fluía de forma espectacular.

En el km 30 estaban los soportes, me saludé con mis hijas y mi esposa, me comí una salchicha y a correr aún más fuerte. Chris es un corredor con muchas carreras en el cuerpo, me iba alentando, y también exigiendo. Tomaba un gel cada 15 minutos y mucho líquido. Rápidamente llegamos al salto de Ibáñez, y al girar el viento me pega en la espalda, lo que ayudó mucho a mantener el ritmo. Me sentí muy fuerte, con mucha alegría y ya sabiendo que la meta estaba cerca.

La sangre aún corría en mis rodillas, pero no hay ningún malestar. Llegamos al cruce, en donde estaba el pavimento y a disfrutar de los últimos metros de una gran carrera. En la meta estaba mi hermosa familia y algunos amigos que habían acompañado toda la carrera. Tocar esa campana sonriendo, sin malestares, con ganas de seguir corriendo creo que ha sido una de las experiencias más bonitas que he tenido en mi vida.

En los números llegué en el puesto 31 de la general y 26 de los varones. 12 horas, 43 minutos, 51 segundos.

El formato de esta carrera hace que el soporte sea fundamental, y en este caso mi familia ha sido fundamental desde el momento en que decidimos que yo correría. Apoyándome, ayudándome a mantener la motivación y también en la logística de los entrenamientos, principalmente los de la bicicleta.

Al momento de agradecer son demasiadas las personas y las instituciones, por lo que estoy seguro de que alguien se quedaría sin ser nombrada.

Como resumen final: Patagonman es un largo viaje de auto conocimiento, de plenitud, de sintonía y respeto con el entorno y la naturaleza. De enfrentarse a los propios miedos, no de vencerlos, si no que convivir en armonía con ellos.

John Medina

Fecha de la carrera: Domingo 09 de diciembre de 2018

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