Cristóbal Sahr: Patagonia Run 2012


Estoy en medio de la pampa, toco las plantas, hago un esfuerzo y no voy más rápido corriendo que caminando. Trato de poner la mente en blanco y avanzar, pero la tentación de esa naturaleza amable, con sus ríos de agua dulce y su alfombra de pasto me llama a abandonar. Sería un kilómetro eterno, el más largo que he experimentado. Pero mejor partamos desde el comienzo este relato.

Erase una vez

Esta historia comienza recordando una anterior. El año 2011 quise aprovechar mi tradicional mutación en runner para cada año correr la tradicional Maratón de Santiago y hacer el combinado con la Ultramaratón de Argentina. En esa oportunidad un mes después viajaría al norte de argentina a la ciudad de Salta. 50K que fueron muy exitosos para mi, buenas sensaciones, crisis superadas y de paso venciendo mi categoría y entrando 4to en la general.

2012 y nos repetimos el plato, esta vez con el Patagonia Run en San Martín de los Andes. El formato de distancias era distinto, siendo las opciones para mi (un ultra en desarrollo...) entre los 42K y los 63K. Obligado a subir de distancia, además se sumaba al desafío que en esta ocasión sólo tendríamos dos semanas entre la MDS y el viaje a Argentina.

Al otro lado de los Andes

San Martín de los Andes, aunque nos duela, es el Pucón 2.0. Todo lindo, bien cuidado, restaurants, tiendas, todo en su lugar y bien atendido. Escapábamos de la tentación de quedarnos tomando café para largar temprano en la mañana o tarde en la noche para otros. Nuestros compañeros, monstruos de la voluntad iban por los 100K, a las 2am estaban en la largada Marlene, Julio y Alan. Nosotros todavía deportistas de proyección tomamos desayuno con calma, nos salvábamos de las temperaturas bajo cero para comenzar con los primeros rayos del Sol.

Primeros kilómetros hermosos, ya en el 7K divisábamos el lago Lolog, en el 15K otra pequeña laguna, bosques nos acompañaban de arriba abajo. Ya kilómetro 30 y vamos con un sólido grupo de tres, hacemos relevos, nos esperamos en los abastecimientos, no nos conocemos y somos un equipo improvisado. Ya comienza el ascenso al Cerro Quilanlahue, una altimetría similar a nuestro local Pochoco, completamente cubierto de vegetación por la cara de ascenso. Hacemos cumbre y sigo con este trio, en la cima el control marca nuestros números y anuncia “la punta lejana, el tercero de la general ahí” Apunta con el dedo y vemos más cerca de lo que esperamos al tercero de la general quien rápidamente se transforma en presa de caza. El descenso lo tomamos por la cara contraria, totalmente árido, nuestras zapatillas llenas de arena, vamos esquiando por esta tierra polvo corriendo como animales cerro abajo.

Kilómetro 40 y la euforia mental pasa a miseria física, vuelvo al inicio del relato y de golpe cuando volvemos al plano mis piernas no responden y veo como se aleja mi grupo. Me concentro en borrar mi cuerpo, “Mándate” me decía, pero las piernas no opinaban lo mismo. El próximo kilómetro fue miserable, cuestionador, todo mi organismo me hacía preguntas y yo trataba de calmar mi pensamiento, por lo menos hasta el próximo abastecimiento.

Ahí me encuentro con mi compañero Alan y su odisea de 100K. Una rama lo atacó y le abrió su rodilla. Ahora compartía con una fogata esperando lo fuesen a rescatar. Casi sin querer me dije: “sal a caminar y veremos que sale de esto”. Salgo del abastecimiento, camino, corro un poquito y vuelvo a caminar. En eso me alcanza Lorena Campos. Ella había ganado los 50K en la Ultra de los Andes y se ilusionaba con vencer en Argentina los 63K. Me puse a correr con ella, quien también sufre y no sabe cómo afrontar estos 20 kilómetros restantes en solitario. Entonces me ilumino, se corre una persiana mental y aparece un objetivo mayor al mio: Sahr, serás liebre de la Lore, trabaja para ella y llévala sana y salva a la meta en San Martín.

Ahora cual cola de lagartija me recompongo, sin cuestionamientos caminamos rápido, ahora trotamos y sin saber cómo, vamos corriendo. Mi Garmin no miente, estamos de regreso en carrera. Son momentos de mucho sufrimiento, largas horas que no dejas de sufrir, cada pisada, cada subida y bajada. No parece lógico, pero el cuerpo siento que no me pertenece y los kilómetros avanzan sin piedad. Ya estamos alucinando, Lorena siente que están barriendo, “¿quién barre? Nadie barre, tu corre no más!”.

Nunca en mi vida había sufrido tanto y aún así sigo corriendo, ¡y cada vez más rápido!, entonces, será que no nos conocemos lo suficiente, es una falla cultural el no conocer los límites. Si es así ¿para qué está diseñado el humano? En un mundo de partos con anestesia, asientos hidráulicos y ambientes climatizados, ¿de dónde venimos y a que podemos llegar? Este es mi top 1 de sufrimiento, pero ¿cómo podemos pasar la vida sin este tipo de experiencias? ¿Soy ahora más humano o más animal?

Kilómetro 57, sólo bajada hasta la meta. Le digo a la Lore, que este es su momento y ataque a meta sola.

Últimos kilómetros y me encuentro en la bajada con mi partner Rodrigo Morgado, llegamos a meta sonrientes al fin, Lorena ganó la categoría y nos reencontramos con los chilenos de las otras categorías. Algunos felices, otros retirados con tarea para la casa. Corte directo al bife de chorizo, Malbec y salud por la experiencia.

La altimetría del Ego

Estas distancias al sólo pronunciarlas se ven titánicas, imposibles de lograr. Pero la experiencia me dice que el cerro algo tiene superior al pavimento. Son relatos con otra narrativa, otra forma de desarrollo difícil de poner en una tabla de comparación.

Estas carreras son la oportunidad de atacar a tu ego de forma violenta, acá la victoria está en tener la capacidad de superar crisis, transiciones mentales y poder plantearse pequeños objetivos cercanos dentro de otro grande y lejano. Llegar a la meta no depende de relojes, ni tiempos al mil. Si llegas, tu solo te premias. El resultado en el escalón del podio viene después.

Pero. No puedo omitir que el lado competitivo me mueve. Voy a la premiación y veo a mis compañeros del trio inicial en lo alto de la general. Gran parte de los vencidos en Salta, ahora levantan las manos frente a mí. El ego se vuelve a prender y me digo, “volverás Sahr, el camino es largo, aprende, procesa y avanza hacia arriba”.

Agradecer como siempre a los que me dan soporte en estas aventuras: Victoria Films en el plano laboral; Marmot con su equipamiento técnico con el que me mantengo abrigado y seco en carrera. En la preparación física y mental, el grupo de entrenadores de Route: Gabriel Iriondo, Pauli Arias y Andrés Barraza, quienes soportan mi comportamiento deportivo bipolar y me dan las herramientas para rendir.

Más fotos AQUí  

Cristóbal Sahr

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Muy emotivo y sincero relato Cristobal. Felicitaciones!!

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